La lucha entre la democracia y los totalitarismos marcaron la historia del siglo XX, para ello fue necesario librar incluso conflagraciones de alcance mundial; en un mundo en el que las grandes potencias occidentales mantenían aún dominios coloniales en Asia y Africa especialmente.
El comunismo como expresión política desdeñó siempre la democracia y la libertad, por ello bajo el influjo de la tumultuosa revolución bolchevique y desde la Tercera Internacional alentaron la formación de partidos de clase obrera dispuestos a impulsar la instauración de dictaduras pro soviéticas en América Latina.
Desde 1917 y bajo el imperio de la fuerza se constituye la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que concluida la Segunda Guerra Mundial se convierte en protagonista de la llamada «guerra fría» y desafía a Occidente más de una vez.
Entre 1917 y hasta 1991 que se disuelve la URSS, el mundo tuvo la falsa impresión de que el sistema soviético había consolidado su economía bajo la planificación del Estado, habiendo hecho posible que su población gozara de bienestar y calidad de vida.
Bajo el centralismo y la égida de un Estado totalitario, la economía soviética virtualmente quebrada fue incapaz de innovar su industria e insertarse en los nuevos procesos productivos que en la década de los ochenta impulsaron los Estados Unidos y los países de una aún incipiente Unión Europea. La URSS fracasó, como fracasó el Partido Comunista; por ello la implosión se extendió a los países de Europa del Este que estuvieron sometidos a la órbita soviética en base a una fuerte represión.
La construcción ominosa del Muro de Berlín y su simbólica caída en noviembre de 1989, sería el preludio de la reunificación alemana y el inicio de un nuevo tiempo. La URSS decidió respaldar la revolución cubana y a Fidel Castro con la intención desafiar a Estados Unidos y a la par utilizar como instrumento de propaganda un proceso revolucionario, que sin el generoso apoyo soviético hubiera eclosionado en pocos años. La Revolución Cubana fue para el comunismo internacional un faro y un referente que mostraba los logros de una revolución que se especializó en formar e instruir a jóvenes dispuestos a participar en las guerrillas en toda la región, pretendiendo hacerse del poder a través de las armas.
Cuba y su aparato de propaganda, promovieron la violencia armada en toda América Latina.
La economía cubana nunca fue capaz de generar bienestar para su pueblo, dependiendo en el pasado del subsidio soviético, luego del subsidio venezolano puesto en marcha bajo el liderazgo de Hugo Chávez. Cuba es incapaz no ha sido capaz de insertarse en la economía internacional, ni siquiera de emular las reformas económicas impulsadas en la República Popular China o Vietnam.
La revolución cubana no fue capaz de diversificar su economía y actualmente tiene como fuentes de ingreso, al turismo, las remesas que envían a sus familiares los cubanos residentes en el exterior (sobre todo EEUU) y los ingresos que percibe el gobierno cubano por la contratación de centenares de médicos cubanos por gobiernos de países «amigos» de la dictadura de la Habana.
La contratación de los médicos cubanos en el exterior, configura una auténtica explotación del hombre por el Estado, sin embargo es presentada por la dictadura cubana como una muestra de la solidaridad del pueblo y de la revolución. Cuba virtualmente no exporta nada al mundo, su modelo ha fracasado, incluso su población se ha reducido en los últimos años, debido a la migración constante que no tiene reparo en asumir el riesgo de subir a precarias embarcaciones o recientemente tomar el camino de un supuesto «viaje de turismo a Nicaragua», para desde ahí emprender la larga ruta terrestre hacía el norte.
En Cuba hace más de sesenta años se instaló una dictadura, hace poco la represión como consecuencia de las protestas del 11 de Julio 2021 no fueron conocidas en toda su dimensión y detalle por la falta de libertades. El castrismo alentó la guerrilla y movimientos como la Farc que devinieron en brazo armado del narcotráfico.
Fidel Castro y toda la cúpula del partido Comunista se enriqueció en el ejercicio del poder, proponiéndose medrar económicamente de terceros países. Cuba no sería nada en el concierto internacional, sino cumpliera un papel de agitación y propaganda política y de injerencia extranjera bajo el ropaje de cooperación en materia educativa y salud. No olvidemos que la nefasta influencia cubana se hizo latente en el gobierno de la Unidad Popular y Allende en Chile.
Se puso de manifiesto durante la dictadura velasquista en el Perú y recientemente el castrismo fue determinante en la expoliación y quiebra de la economía venezolana. Cuba y sus agentes deben ser emplazados y enfrentados; por ello desde esa óptica no es posible seguir tolerando el accionar del Embajador de Cuba en el Perú. El señor Zamora es un agente de la dictadura cubana en nuestro país, como lo fue en Bolivia (hace unos años).
Hoy el Perú es el «teatro de operaciones» del castrochavismo, del llamado ‘socialismo del siglo XXI», del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla. López Obrador, Gustavo Petro, Daniel Ortega, Díaz Canel, Nicolás Maduro, Luis Arce, Evo Morales no tienen reparo en desafiar al Perú y hacer declaraciones inaceptables en el plano de las relaciones internacionales.
Es el momento del debate y la acción política. El gobierno que preside Dina Boluarte debe comprender que el Perú debe llamar la atención de la comunidad internacional, afirmando nuestra soberanía como Estado y cuestionar la injerencia extranjera en nuestro territorio.
El gobierno peruano no puede soslayar que el embajador cubano en nuestro país se ha convertido en un operador político, lo que debe determinar incluso la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno de la Habana.