«MUJERES CAJAMARQUINAS»; Sor Mercedes de San Miguel, Espinach Gonzáles de la Puerta. Vidente y profetisa

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Compilado por DAVID LEZAMA ABANTO.

Miguel de Espinach, fue un hombre con mucha fortuna, dueño de la mina «El Socavón Real de Hualgayoc» tenía dos sobrinos que vivían en España, a quienes mandó llamar para que sean Los herederos de su caudal económico, de los cuales, solo Antonio Espinach y Palas, hizo el viaje con destino a Cajamarca, quien, años después contrajo matrimonio con Isabel González de la Puerta, de cuyo maridaje el 13 de noviembre de 1798 nace su hija Micaela. Por designios del destino papá Antonio murió fulminado por un rayo, ocurrencia a las pocas semanas de nacida su primogénita, por lo que, el tío abuelo paterno y padrino de bautizo Miguel de Espinach asumió el rol de padre, y por lo tanto, la niña Micaela se convierte en heredera universal.

La pequeña Micaela, desde que tuvo uso de razón, se mostró afecta a los ejercicios piadosos, a la penitencia y al ayuno. Sus familiares procuraban distraerla de su devoción sabiéndola nacida en mejor cuna que muchas de su tiempo, pero ella parecía tener estos en muy poco y no pensaba sino en el servicio de Dios. Apenas salida de la niñez, declaró a su tío que se sentía destinada por el cielo y a la vida espiritual, y que el claustro la atraía con fuerza irresistible.

Sin embargo, el señor Espinach se negó rotundamente a consentir en el monjío de Micaela, calificando de disparatado su empeño y tratando de disuadirla por todos los medios, la hizo el recuento de los bienes que la esperaban quedándose a su lado.

Cuando a don Miguel le fracasaron esas tentativas, procuró enternecer a la joven hablando a sus sentimientos, pintándola el cuadro de soledad y desolación que dejaría en el hogar, donde su madre y él, su padre adoptivo no sé consolarían jamás de una ausencia que les parecía ingratitud, quiso convencerla de lo fecunda en buenos ejemplos y en obras de caridad que podía ser su permanencia en el mundo, y lo estéril que resultaría su encierro en el claustro. Micaela se reafirma enérgicamente en su negativa.

Micaela, sola con su anhelo, en oraciones apeló a Dios y comprometió a sus mejores amigas y algunas beatitas de la ciudad hasta completar con ellas el número de 33, para que, en la iglesia de La Merced y a la luz de 33 cirios, la ayudasen a implorar un milagro del Padre Eterno por medio de las preces llamadas novena del gran poder, que se rezan durante 33 días en memoria y reverencia a la edad de nuestro Señor Jesucristo. El día décimo tercero, llamó don Miguel a su sobrina y la notificó de que persuadido de lo invencible de su propósito, había resuelto no seguir oponiéndose a que lo realizara, ella, se lo agradeció transportada de júbilo y desde luego comenzaron los preparativos, y quedó señalada la fecha del monjío para el 9 de abril de 1815.

Transcurrió el año de probanza, los superiores decidieron dispensar la edad de la novicia que solo tenía 17 años y medio, y permitir su solemne profesión, se fijó para esta ceremonia el día 16 de abril de 1816. Acto en el cual cambió su nombre de Micaela por el de Mercedes de San Miguel. Allí, la nueva monja abrazaría por vez postrera a sus familiares y amigos que nunca más la volverían a ver, ni viva ni muerta sobre la Tierra.

De la monja Espinach se contaban anécdotas innumerables y predicciones sorprendentes, lo que asombraba a las religiosas, narraban casos inexplicables de su doble vista, verbigracia este: siendo ella tornera, llegó cierta mañana una india de la campiña a ofrecer mantequilla, compró la monja lo que era de costumbre y pagó con una moneda fuerte que requería algo de vuelto, la india pretextó no tener ni un real disponible, a lo que la madre Espinach desde adentro repuso:«No seas mentirosa, en tu mochila tienes 3 reales, a saber, un Fernandito agujereado y dos Patriotas» (Fernando se llamaban las monedas españolas que todavía circulaban entonces con el busto del Rey Fernando VII, y, Patriotas las de la República), uno de los presentes para cerciorarse arrebató a la india su mochila y constató la verdad en presencia de otros que estaban allí.

Otro ejemplo; una madrugada, cercana a la hora de rezos, una joven novicia la hoyó murmurar estas palabras, «nuestro capellán, el señor Revoredo, acaba de expirar en el hospital de Belén». Abierta la portería las 8 de la mañana, llegó al monasterio la noticia de aquella muerte inesperada, en el lugar e instantes indicados.

Pronosticó la muerte de su primo hermano Juan Puga y González. Seis meses más tarde, el señor Puga falleció.

Hubo una vez, que unas novicias muchachas ireflexibles, pretendieron mofarse, de ella, entonces la Espinach resentida y en son de amenaza lanzó este pronóstico: «Cuando el Presidente Pinto desate la guerra, las plantas de los chilenos profanarán este recinto». En abril de 1879, a los 13 años de fallecida la madre Espinach el presidente de Chile don Aníbal Pinto declaró la guerra al Perú, y, también se cumplió en 1882, cuando un grupo de jefes y soldados enemigos invadieron el monasterio de las monjas con el propósito evidente de buscar elementos bélicos.

Diríase que el clásico período de penitencia, los 40 días de ayuno y vigilia habían operado un cambio radical en su naturaleza, pues ella, apenas probaba bocado, dormía poco y durante la noche vagaba como un fantasma por los solitarios corredores, más tarde, abandonó su celda y buscando el aislamiento se instaló como en una ermita al pie de un frondoso naranjo en uno de los patios del convento. Allí olvidada de todo, sin más enseres que una canasta con 4 cacharros, se preparaba por sí misma un abstinente alimento.

Frisaba la vidente en los 68 años, cuando la acometió su última enfermedad, hidropesía fulminante, llevada a la fuerza a su celda, no permitió que la pusieran en una cama y suplicó que la dejasen morir en el duro suelo tirada sobre una estera, el capellán padre Alcalde la administró la extremaunción, la monja entonces le dijo: «Adiós señor capellán hasta vernos en el cielo» y expiró tranquilamente. Eran las 3 de la tarde del día viernes 22 de mayo de 1866. Y el naranjo, se secó totalmente.

Fuente: Amalia Puga de Losada | Al Rescate de Caxamarca | Espinoza Soriano Waldemar