Más allá de los nacionalismos y militarismos. Por: José Antonio Torres Iriarte.

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En un mundo signado por los efectos de la crisis sanitaria derivada del Covid-19, y en momentos en los que la Unión Europea (UE) -especialmente los gobiernos de Francia y Alemania- expresan su preocupación ante la inminente invasión de Ucrania, por parte de las tropas rusas; es claro que los mercados bursátiles de las principales bolsas de valores del mundo a lo largo de los próximos días mostraran comportamientos erráticos.

El gobierno de Biden parece haber optado por el camino de poner en marcha sanciones económicas a Rusia, en el caso la invasión se consume. La disolución de la URSS en 1991, las reformas económicas de los años 90 y la supuesta democratización de la sociedad rusa, no determinaron que el gobierno ruso liderado por Vladimir Putin se sume a proyectos políticos liderados por la Unión Europea.

Rusia aspira a recuperar su condición de gran potencia militar, y se ha propuesto ir en busca de los territorios que formaron parte de la URSS; para ello necesita mantener como «zona de influencia» a países como Ucrania. Rusia con un enorme territorio euroasiático, aprovecha la dependencia energética europea, como mecanismo de presión y arma de negociación. En el plano internacional tiene como aliado estratégico a la República Popular China, cuyo gobierno observa con cierta discreción el desarrollo de los acontecimientos. Si se consumara la invasión rusa a Ucrania; el gobierno del Partido Comunista Chino evaluará en un plazo más corto que largo, tomar el control militar de Taiwán. Los gobiernos de Rusia y China no son democracias, ni pretenden ser referentes de respeto irrestricto a los tratados internacionales o a los derechos humanos.

Estados Unidos, la Unión Europea y ciertamente el Reino Unido (que ya no pertenece a la UE) deben tener en cuenta que la diplomacia y las negociaciones en curso tienen un límite. Las Naciones Unidas como organización, ha estado más preocupada en alentar la agenda globalista 2030 en los últimos años, demostrando limitaciones y falta de liderazgo en la actualidad.

Rusia está en busca de aliados en América Latina, lo que se evidenció con la visita oficial del presidente Fernández de Argentina a Moscú hace pocos días; mientras que el gobierno de la República Popular China viene incorporando a un mayor número de países latinoamericanos al ambicioso proyecto «la ruta de la seda».

En un mundo que aún no se recupera de la crisis sanitaria, signado por el alza de los alimentos, el mayor costo de la energía y multiplicidad de problemas; no cabe duda que aún están vigentes los nacionalismos y los militarismos.