Los tesoros que esconden las zonas arqueológicas bajo las aguas de México

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El sitio arqueológico sumergido más grande del mundo ha sido descubierto en Tulum (Quintana Roo) por un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Al localizar la conexión entre los sistemas de Sac Actún y Dos Ojos, se ha abierto un gran laberinto de cuevas de casi 350 kilómetros de longitud. Allí se han econtrado cientos de objetos arquelógicos que son evidencia de civilizaciones antiguas, como la maya.

Pero este es solo uno entre los incontables sitios arqueológicos bajo el agua que tiene México: algunos conocidos y otras por descubrir. El INAH creó una dependencia para estudiarlos en 1980 y desde entonces han sido fuente de hallazgos tan importantes como el de los restos del humano más antiguo de América.

Esto sucedió en 2007 en el cenote de Hoyo Negro, también en Tulum. Siete años después se dio a conocer que el esqueleto, casi íntegro, había sido el de una joven de entre 15 y 16 años que fue bautizada como Naia, y que vivió hace casi 13.000 años en la península de Yucatán.

“Hay un gran abanico de sitios arqueológicos bajo el agua y todos son importantes. Es un universo enorme”, sostiene Roberto Junco, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH. Él ha compartido con Vernebuena parte de las imágenes que se muestran en este artículo, y que son un reflejo de la riqueza cultural que tiene México también bajo sus lagos, cenotes y mares.

No todas las zonas arqueológicas subacuáticas corresponden a formaciones estrictamente naturales. Muchos de los sitios marítimos que estudia el INAH se crearon a partir de barcos hundidos. Una de las investigaciones actuales, por ejemplo, se sitúa en un barco de vapor de 1853: el SS Independence, que hoy yace cerca de la Isla Margarita, en Baja California Sur. “Es uno de los primeros buques que llevaba a sus tripulantes a buscar fortuna en California durante la Fiebre del Oro”, explica Junco.

El investigador argumenta que este tipo de lugares son igual de valiosos que las formaciones naturales, como los cenotes:  “Cualquier sitio calificado como patrimonio cultural subacuático nos va a hablar de dinámicas del pasado”. Pero es verdad, añade, que algunos hallazgos pueden parecer más espectaculares que otros.

Junco narra que, en 2015, él y su equipo encontraron una colección muy valiosa de joyas en un naufragio ocurrido cerca de las costas de Yucatán: unas 80 esmeraldas y varios objetos de oro, como rosarios, hebillas, mancuernillas y relicarios. Se cree que el barco se dirigía hacia La Habana. Los objetos rescatados y restaurados se encuentran actualmente en exhibición en el Museo de Arqueología Subacuática de Campeche.

Las lagunas del Sol y la Luna, en el Nevado de Toluca, constituyen otro de los sitios arqueológicos subacuáticos más estudiados en México. Se encuentra a más de 4.200 metros de altura, por lo que su exploración está reservada para buzos con un entrenamiento especial.

Al fondo de estas aguas se han encontrado distintos objetos. Junco destaca un cetro de madera del posclásico y cientos de ofrendas de copal que habrían lanzado a las lagunas los pobladores prehispánicos. Según el INAH, las resinas aún conservan su aroma a pesar de haber permanecido sumergidas unos 1.500 años. En la primera de las siguiente imágenes aparece un buzo del INAH sostiendo una antigua ofrenda de copal. En la segunda foto, se aprecia más de cerca uno de estos objetos mientras está siendo estudiado por los investigadores.

En la bahía de Acapulco, cuenta Junco, se ha encontrado una gran colección de porcelana china. “Esto nos permite entender las dimensiones del comercio que ya existía entra la Nueva España y Asia en el siglo XVI. Demuestra que el mundo ya empezaba a gloablizarse desde entonces”, afirma.

Hasta ahora, todos los sitios arqueológicos bajo el agua que hay en México son áreas reservadas para la investigación. Pero Junco asegura que la subdirección del INAH que dirige se encuentra en el proceso de diseñar los lineamientos para la visita de turistas a un sitio en el Caribe Mexicano: el Banco Chinchorro (Quintana Roo). La meta, dice, es poder contar con operadores de buceo calificados que guíen a los visitantes e “inculquen el respeto al patrimonio cultural subacuático”.

(Fuente: Nodal)