Está claro que la protesta es un derecho, que marchar por las calles y plazas forma parte de ese derecho consagrado por la mayoría de constituciones del mundo y, no podía ser de otra forma. La ciudadanía como tal, necesita hacer oír su voz; ¿cómo puede dejar constancia de su rechazo a algún tema, si no es por las calles?
Hasta ahí es correcto.
Pero y qué, de quienes también tenemos derechos amparados por la misma Constitución del caso anterior, a transitar, trabajar estudiar, entre otras,pasando por aquellos que tienen que litigar en casos perentorios, los que tienen citas médicas y de quienes queremos tener el orden público controlado. De qué manera conciliamos ambas posturas, absolutamente válidas, sin restarle sus derechos a ninguna, he ahí el problema.
Los que marchan pueden ser diez mil, o cinco mil, en el mejor de los casos, entendemos, entonces, que la gran mayoría está pendiente de sus propias tareas y quehaceres, que la mayoría no sale a marchar, que no “todos” aprueban sus razones o motivos. Es el derecho de las minorías, se argumentará, pero éste no puede sobrepasar los derechos de los demás.
La autoridad que entrega como volantes las autorizaciones, todas las semanas, debiera preocuparse de los derechos de quienes no nos da la gana de machar y gritar las mismas consignas, soplarse ese bombo que martillea el cerebro y agiliza la migraña; o esas cornetas que soplan con pasión casi fálica, y que muy bien pudieran estar en otro sitio, salvo mejor opinión.
No es justo que cientos de miles de peruanos que no marchan, se afecten, que la gente no pueda trasladarse libremente, que no puedan trabajar, miles de taxistas perjudicados, que los negocios cierren, y menos, que destrocen la ciudad so pretexto de que “fueron infiltrados”. La democracia no tiene por qué ser bobalicona, la democracia se debe proteger, respetar y preservar. En consecuencia hay que buscar una salida. Ahora dan permiso para varias preconcentraciones, ¡qué es eso! la ciudad paralizada porque una dirigencia que agrupa como conejos y cuyes a muchas razas, y una autoridad complaciente que les hace el juego, lo permite. Limitemos. Reglamentemos. O esto será un polvorín, lo de Cusco, es una muestra, no esperemos ver al país en llamas para tomar acciones. Legislen.