Por: Néstor Díaz.
En el primer tramo del camino perdido rumbo al mundial 2026, es necesario memorar aquella clasificación sobresaliente, fuera de órbita al mundial de México 70 (Los goles que más gritó don Roberto Zegarra Torres). Les describo algunos detalles poco divulgados de aquella mítica proeza del 31 de agosto de 1969. Una selección peruana plagada de estrellas, asaltó la Bombonera para conseguir el pasaje por primera vez a una justa mundialista por mérito propio (a Uruguay 30 fue como invitada). Era domingo día del match decisivo, los blanquirrojos le pidieron a Didí escuchar misa en una iglesia bonaerense, el DT decidió que se realice el acto religioso en «La Candela», donde concentraba Boca; por seguridad para los seleccionados.
El cura confesó que a pesar de ser 20 años socio de Boca Juniors, nunca se le ocurrió realizar una misa en su templo, gesto que agradeció a nuestra selección y los acompañó hasta el final con la clasificación en manos. En el bus le tocó compartir con Oswaldo «Cachito» Ramírez. – ¿Vos sos el debutante? ¿sabes que te va a marcar Gallo? (así se apellidaba el back argentino encargado de anularlo). Es muy bueno ese marcador».
Atinó a recomendar el sacerdote. – «Tranquilo padre, yo me como a ese gallo con cresta y todo», le respondió sonriente el ariete peruano, quien luego se convertiría en el verdugo argentino al marcar los dos goles peruanos; para el empate 2 – 2 clasificatorio. – «Che…che ‘Cachito’ tenías razón. ¡Te lo comiste con cresta y todo!», le dijo atónito, estupefacto el sacerdote a Oswaldo Ramírez luego del histórico cotejo. «Cachito» se había dado un festín con guiso y caldo de Gallo. Las oraciones del cura hicieron efecto.
Rubiños; Campos, La Torre, Chumpitaz, Risco; Challe, Cruzado, Baylón, León; Cubillas y Ramírez. Fueron los elegidos por Didí.
Al finalizar el primer tiempo con el marcador a cero, Julio Natters, jefe de equipo se acerca a «Cachito» y le reta: – «Oye lechero (suertudo) vas a meter los goles o no». – «¿Que dice mi camiseta?, 22, dos y dos», le aclaró sonriente y en broma «Cachito». (Justamente también cumplía 22 años) «Voy a meter dos goles», fulminó acto seguido el delantero. Concluida la
hazaña y consumado el pronóstico de Ramírez, el jefe de equipo lo abrazó y le gritó a todo pulmón : «¡Lo hiciste lechero, lo hiciste lechero..!».
Los integrantes de la selección peruana de aquellas épocas doradas como «el nene», Perico León, Héctor Chumpitaz, Alberto Gallardo, Nicolás Fuentes, nunca se les ocurría declarar que son de tal equipo, todos eran Perú. Los que ocupaban la misma posición se alentaban mutuamente.
«Cachito» tuvo que reemplazar al «Jet» Alberto Gallardo en aquel trascendental cotejo, y al convertirse en héroe al final de los noventa al primero que fue abrazar fue al «Jet». Una imagen de solidaridad y gratitud. – «Nos abrazamos mucho, éramos los patitos feos de la selección», esbozó Ramírez al evocar a su amigo.
Cuando habían llegado al aeropuerto de Ezeiza, la prensa argentina se volcó a entrevistar a los de Didí. Mientras Teófilo Cubillas declaraba a los medios, otro puñado de hombres de prensa abordaron a Roberto Challe y Ramón Mifflin, amigos desde que residían en Magdalena. -¿Cuál es su expectativa para el partido del domingo?, le preguntaron a Challe. – «¿De qué partido me hablan…?», los desvió Roberto ante el desconcierto de los periodistas gauchos. -«Yo he venido con mi compadre Ramón a comprar carteras y zapatos para nuestras esposas», zarpó el genial volante.
Los reporteros rioplatenses quedaron en el aire, no lo podían creer. Habían sido víctimas de las ocurrencias del cerebral mediocampista. Fue el preludio del partidazo de Challe en La Bombonera. Cada pelota la jugó con la desfachatez que había mostrado en el aeropuerto. Aquel día quedó perpetuado su sobrenombre de «Niño Terrible».
Waldir Pereira «Didí» había conquistado los Mundiales con Brasil en Suecia 1958 y Chile 1962. El llamado «Príncipe Etíope» por su elegancia e inventor de la famosa «hoja seca» transmitió en el camerino a los peruanos una frase que caló en sus dirigidos: -«Nunca he perdido una final y esta no va a ser la excepción». Tras lograr la clasificación Didí pidió a sus seleccionados permanecer en el centro del campo, para evitar alguna represalia de la hinchada argentina que ya habían lanzado 300 botellas de plástico en el último tramo del encuentro.
Cuando quedaba sólo una mancha en las tribunas los aplausos ante la merecida corona se hicieron sentir en los nuestros. La eliminación fue desgarradora y cruel para los argentinos. Nunca los habían eliminado de un Mundial de fútbol y fue Perú quien lo hizo. La prestigiosa revista El Gráfico tituló así la hecatombe: «1970. Argentina sin Mundial, Perú escribió el epitafio». Ya en el aeropuerto Jorge Chávez con el boleto al mundial en el bolsillo, un mar de hinchas los aclaman e invaden la pista de aterrizaje.
El avión se acomoda entre la multitud que corea: ¡Perú, Perú! mientras flamean las banderas rojiblancas. A manguerazos los bomberos despejan el área y los ídolos ni bien bajan las escaleras son tomados en hombros, y colocados en autos descubiertos con dirección a palacio para los honores respectivos. ¡Los argentinos lloraron por una semana! ¡Centro al área y tú tienes el balón!