Los volcanes suelen presentar deformación en su estructura antes, durante y después de un proceso eruptivo. Sin embargo, no siempre esta deformación es perceptible por el ojo humano, y en el caso especial de los volcanes peruanos, esta deformación alcanza unos pocos centímetros al año. Por tal motivo, es necesario utilizar equipos muy sensibles para detectar estos cambios en los volcanes, tales como GNSS (o conocido popularmente como GPS), inclinómetros, estación total, interferometría de radar (DInSAR), drones y gravímetros.
Mientras más técnicas geodésicas se empleen para monitorear un volcán, mejor será la precisión del pronóstico y esto debe ser complementado con la información de otras disciplinas como la sismología, geoquímica, visual, térmica, geología, entre otras. Por ejemplo, en el entorno del volcán Sabancaya se detectaba una deformación positiva (inflación) desde el año 2013, conjuntamente con el incremento de la sismicidad, nuevos puntos fumarólicos e incremento de temperatura de fuentes termales.
Las explosiones en el volcán Sabancaya iniciaron en noviembre de 2016, es decir, que el IGP pudo comunicar que se aproximaba un proceso eruptivo, tres años antes de que iniciara. Actualmente, la inflación continúa en el Sabancaya, lo que se traduce en que el volcán aún recibe aportes de magma desde el reservorio magmático, por tal motivo, las explosiones persisten hasta la fecha. En algún momento, esta inflación cesará, lo que nos indicará que el proceso eruptivo está llegando a su fin.
Asimismo, pueden ocurrir deformaciones más locales en el edificio de un volcán, como el crecimiento de protuberancias que conocemos como “domos”, cuya destrucción puede generar los peligros volcánicos más letales: los flujos piroclásticos.
Además, algunos volcanes son atravesados por fallas geológicas, cuya activación también puede desencadenar en la inestabilidad de alguno de sus flancos generando avalanchas de escombros. Es por ello que debemos monitorear el crecimiento de cualquier cuerpo anómalo en un volcán y sus zonas inestables.
Afortunadamente, en el IGP empleamos las técnicas de vanguardia en deformación volcánica, y los especialistas nos capacitamos constantemente para detectar cualquier cambio en la estructura del volcán que represente un peligro para la población peruana. Cada año realizamos medidas en los 13 volcanes que monitoreamos, porque para los geodestas del IGP, nuestra principal motivación es hacer “Ciencia para protegernos, ciencia para avanzar”.