(foto: Poder Judicial Perú)
Pasaron de una prisión a otra. El expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia dejaron la cárcel virtual donde un sector del periodismo, después de denunciarlo y condenarlo, los mantuvo durante meses para, luego de la sentencia del juez Concepción Carhuancho, pasar a ocupar una cárcel real, mientras esperan que las investigaciones continúen o su abogado, Wilfredo Pedraza, apele el fallo.
Al respecto el presidente del Poder Judicial, Duberli Rodríguez, señaló que la decisión del juez no era una sentencia adelantada sino de un dictamen que puede ser apelado hasta en dos instancias.
Entonces, surge la pregunta: ¿si no es una sentencia por qué van a ir a una cárcel donde van los sentenciados? Como sería el caso de Ollanta Humala, que todo indica iría al fundo Barbadillo, lugar donde compartiría espacios con el ex presidente Alberto Fujimori.
¿Y la presunción de inocencia? Bien gracias. Ahora ya sabemos que los peruanos vivimos en un estado donde todos somos culpables hasta que demostremos lo contrario.
¿Por qué la fiscalía que tiene todo el aparato del Estado a su disposición para llevar una investigación que conlleve a la obtención de pruebas que acrediten la culpabilidad del acusado basa sus argumentos en supuestos? ¿Es serio eso?
Asegurar que el viaje de las hijas del matrimonio Humala-Heredia presupone un intento de fuga es descabellado. Pregunta ¿Qué padre no alejaría a sus hijas del escándalo mediático que podría afectar no solo sus estudios sino también su salud mental? ¿En qué condiciones podrían continuar asistiendo a la escuela donde podrían sufrir las burlas de sus condiscípulos?
Alegar que el poder otorgado a una de las tías para que puedan viajar al extranjero es otra prueba, resulta absurdo. Todos los padres que alguna vez han tenido que viajar con sus hijos saben bien que tener que tener el permiso notarial de la madre. Cuantimás si se trata de una pariente.
Resultará comprensible si acaso las niñas ya no retornan al país. Tener a sus padres en la cárcel no resulta grato ni siquiera para los adultos.