En el 2018 la inteligencia artificial va a ser un tema central como segunda ola de la transformación digital que las compañías líderes ya están abordando. Si es usted un directivo en una de estas empresas, no deje que se lo cuenten, sea protagonista del cambio.
La compañía de research Gartner predice que en el 2020 el 85% de los CIOs (Chief Information Officers) estará liderando proyectos de inteligencia artificial en sus organizaciones. Esto es debido a que en los últimos años ha habido avances de investigación en inteligencia artificial espectaculares, que hacen posible abordar retos de negocio con este tipo de tecnología que hace un tiempo eran inimaginables.
¿Por qué está sucediendo esto ahora? Los costes de la infraestructura computacional requerida han bajado mucho, disponemos de grandes volúmenes de datos para entrenar a los sistemas inteligentes, y ha habido una inversión financiera muy fuerte de por ejemplo gigantes digitales y empresas de venture capital.
La inteligencia artificial puede ayudar en casi cualquier reto de negocio que las organizaciones tienen hoy en día. Les posibilita ganar nuevos clientes, por ejemplo, sugiriendo mediante análisis de sentimiento cuándo es el mejor momento para proponer una promoción a una persona.
Así, se confirma que la inteligencia artificial va a permear en todo lo que hacemos, en cualquier proceso de negocio en cualquier tipo de organización. En los próximos años cualquier acción habitual en un entorno profesional estará apoyada o realizada por la inteligencia artificial. Se responderán automáticamente algunos de nuestros correos electrónicos, ante una decisión se nos sugerirán las posibles opciones y cuál es a priori la más adecuada, solicitaremos nuestras vacaciones a un asistente virtual, o venderemos a aquellos clientes que un sistema inteligente haya decidido priorizar.
Por último, si bien se han conseguido avances impresionantes en la capacidad de la inteligencia artificial, todavía quedan grandes retos por resolver. Algunos de ellos son: todo lo que tiene que ver con la ética en la adopción de la inteligencia artificial; la capacidad de poder explicar no sólo por qué una inteligencia ha tomado una decisión, sino qué razones le han llevado a ello; el evitar sesgos en la toma de decisiones, introducidos esencialmente en la fase de entrenamiento de la inteligencia; o la capacidad de poder aprender con volúmenes de datos menores (de millones a decenas), como lo hace un humano.
(Alberto Otero)