Gitanos de Serbia, en busca de un techo para salir adelante

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Representan el 9% de la población del país

Bekim Gashi y Kasandra Cac son vecinos en Orlovsko Naselje, un barrio gitano de Belgrado, pero uno sueña con que su hija sea médica un día, mientras que la otra no ve «ningún futuro» para la suya.

Sus mundos solo están separados por unas decenas de metros: Bekim, de 32 años, obtuvo una vivienda social; mientras que Kasandra, de 20, sobrevive en un campamento insalubre un poco más arriba, en la colina vecina.

El domingo se celebró el Día internacional del Pueblo Romaní que, según la Comisión Europea, tanto en Serbia como en el resto de los Balcanes, está «en lo más alto de la discriminación en todos los sectores de la existencia»: empleo, vivienda, educación, acceso a atención médica…

Oficialmente, hay 150.000 gitanos en Serbia, pero según las asociaciones y el Consejo de Europa habría de tres a cuatro veces más, hasta 600.000, el 9% de la población.

Tras haber pasado años en uno de los entre 500 y 600 campamentos provisionales del país, Bekim Gashi y su familia viven en la actualidad en un apartamento de 60 m2 en un edificio del ayuntamiento, construido en 2015 con fondos de la Unión Europea.

Familia de Bekin Gashi

El programa estaba destinado a 170 familias, doce de las cuales viven en el inmueble de los Gashi.

Aquellos que vivían en el campamento de los Gashi, en Jabucki Rit -en las afueras de Belgrado-, tuvieron la suerte de ser uno de los elegidos. Las viviendas sociales disponibles son escasas y no alcanzan para atender las necesidades de las decenas de miles de romanís.

– ‘No puedo estudiar’ –

Kasandra Cac, por su parte, vive en uno de los veinte contenedores que se divisan desde el edificio de Bekim, rodeados de vertederos y sin agua corriente.

Está esperando el nacimiento de su segundo hijo. «No es posible vivir aquí», dice la joven. Ella, su hija, su marido y otros cuatro miembros de su familia malviven con unos 100 euros mensuales de las ayudas sociales.

Tras un invierno gélido, Kasandra Cac se inquieta ante la llegada del verano de los Balcanes, cuando apenas se puede respirar en su contenedor de metal. Se suponía que el campamento solo era una solución provisional cuando fue instalado, hace ya diez años.

Unos toxicómanos quemaron el edificio donde están los cuartos de baño, según los habitantes. Se han colocado algunos retretes portátiles, pero su estado es lamentable. Y el agua que sale de las tuberías, desviada del sistema público, no es potable.
Es la hora del colegio pero muchos niños juegan entre los contenedores. «Querría terminar la secundaria, pero no puedo estudiar aquí», dice Daniela Markovic, de 17 años. Pocos han llegado lejos en sus estudios.

Campamento gitano en Serbia

Según Ljuan Koka, del Centro para la Educación de los Romanís y otras comunidades (CERS), solo el 15% de los niños gitanos acaban la primaria (hacia los 15 años), en comparación con el 93% del conjunto de Serbia. Solo entre el 7% y el 8% cursan la secundaria.

En su piso, Gordana Gashi, de 10 ans, tiene un ordenador facilitado por el ayuntamiento para las familias con niños escolarizados. Después del colegio, «una amiga viene a casa para estudiar juntas», explica la pequeña.

Cuando vivía en el campamento, Gordana faltaba muchas veces a clase. «Vivíamos en el barro, en una casa de tablones y plásticos», dice su padre, Bekim, cuyo trabajo de mediador con las autoridades municipales -ayudando con tareas administrativas o solucionando problemas en el edificio- le reporta un sueldo modesto.

– Prejuicios y burlas –
Sus hijos estaban «limpios cuando salían de la cabaña y cubiertos de barro cuando salían de la barriada», recuerda, algo «demasiado embarazoso» como para ir a la escuela.

Ahora, «los miran como al resto» en el colegio, asegura.

En cambio, delante de su contenedor, Tatjana Cac, de 41 años, suegra de Kasandra, da cuenta de los «prejuicios» persistentes contra los gitanos: «Algunos se ríen al ver a nuestros hijos, se burlan de su ropa, de nuestra falta de educación».

En 2016, la ONU calculaba que el «90% de los niños de los campos de romanís de Serbia crecen en la pobreza» y que allí la mortalidad infantil «es dos veces más importante» que la media, «una quinta parte está en el límite de la malnutrición» y solo el 13% está correctamente vacunado.

«Todo el tiempo hay peleas», «los vecinos no nos quieren y los entiendo», suspira otro vecino del campamento, Marijan Filipanovic, de 41 años. «¿Por qué ellos tienen una vivienda y nosotros no?», se pregunta, señalando hacia el bloque de pisos que hay abajo.

Para el activista Ljuan Koka, este programa de realojamiento, que provoca «rivalidades y conflictos» entre gitanos no es más que un parche que no acabará con el «círculo vicioso de la pobreza»: «No vas a la escuela, no tienes trabajo, no pagas tus facturas» y te acaban expulsando.

(Fuente: Andina)