Lima, 5 de octubre de 2019. Lima amanece fría y gris, y otra vez, violentada. El ambiente limeño se muestra silencioso y hasta sospechoso. Algunos limeños madrugadores se dan con la sorpresa que durante la medianoche, los locales del Poder Judicial, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal Constitucional y el Ministerio Público habían sido rodeados de tanquetas y custodiados por soldados de rostros severos que con metralleta en mano no permitían el ingreso a nadie a dos cuadras a la redonda.
Los vecinos cercanos a esas instituciones fueron bruscamente despertados por el rechinar de ruedas y el crujir de las pistas ante el paso de numerosas tanquetas. Era de noche, eso podían adivinarlo por la fría humedad que impregnaba el interior de sus dormitorios.
Simultáneamente los medios de comunicación no afines al gobierno habían sido intervenidos y varios periodistas y políticos opositores fueron detenidos. Rosa María Palacios estaba oculta en algún lugar de Lima. Un mensaje que la amenazaba de muerte la puso en alerta. Anteriormente el mismo militar en retiro y jefe de adoctrinamiento e ideología de Fuerza Popular, envalentonado debido al apoyo tácito de los fujimoristas, también se había atrevido a advertir al Presidente Martín Vizcarra sin que este se pronunciara al respecto.
En los diarios, casi a la hora del cierre, un comandante hizo su ingreso y pidió hablar con el director del periódico. Le explico el caso y juntos recorrieron las redacciones, sobre todo de política, para decirles que dejaran todo en stand by porque se iban a revisar los textos antes de publicarlos. Algunos diarios como La Republica en señal de protesta por la censura a varios artículos, salieron con las páginas en blanco.
Mientras tanto no había ninguna versión oficial ni de Palacio de Gobierno ni de la lideresa de Fuerza Popular.
Ante este ambiente era inevitable que los rumores empezaran a circular profusamente. Y todos apuntaban a que el brazo ejecutor de esta operación era el coronel en retiro, que antes fue edecán de Alberto Fujimori y que hasta hace poco jefe de seguridad del Congreso.
La circulación vehicular y peatonal tanto en Lima como en algunas regiones, estaba restringida. Cientos de policías ocupaban las calles y no permitían que se formen grupos ni el uso de bocinas. Todos los establecimientos comerciales decidieron no abrir sus puertas ante posibles saqueos. Por una orden del ministerio de Educación los colegios -nacionales y privados-, habían suspendido sus clases hasta nuevo aviso.
Los despachos de los fiscales y jueces que estaban investigando o procesando los casos de lavados de activos, enriquecimiento ilícito y las “donaciones” de la empresa constructora brasilera Odebrecht fueron saqueados y sus archivos desaparecidos. Bueno casi todos. Los expedientes sobre los ex presidentes Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Alejandro Toledo estaban intactos.
Los canales de televisión suspendieron sus trasmisiones en directo y sus programa políticos fueron reemplazados por documentales.
Mientras en Lima se vivía un ambiente tenso pero pasivo en algunas regiones los pobladores tomaron las calles y bloquearon las carreteras para protestar por este supuesto golpe de estado.
Así las cosas todo el país estaba paralizado a la espera de algún mensaje a la nación de alguien que asumiera la responsabilidad de esta incertidumbre y aclarara el panorama.
Lima se alimentaba de trascendidos. Unos aseguraban que el presidente se había refugiado en una embajada. Otros, que ya había viajado al extranjero. Pero nada estaba confirmado.
Con el paso de las horas, todos los rumores coincidían que en algún lugar de Lima, la lideresa de Fuerza Popular, luciendo un look de presidenta, se encuentra ensayando una y otra vez, su mensaje a la nación, mientras posaba para su fotógrafo oficial.
Ficción o realidad eso depende de ustedes.
(Foto: Caretas)