Embajador de México se despide del Perú con emotivo discurso en Miraflores

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• Víctor Hugo Morales recibió la Llave de la Ciudad

El embajador de México en el Perú, Víctor Hugo Morales, próximo a terminar su misión diplomática, pronunció un emotivo discurso tras recibir de manos del alcalde de Miraflores, Luis Molina, las llaves de la Ciudad, en mérito a su constante colaboración con nuestro distrito.

Aquí su disertación:

“Es un privilegio y un alto honor estar en este salón Consistorial de la Municipalidad de Miraflores.

Lo es por muchas razones:

Porque estoy rodeado de amigas y amigos, porque es un espacio noble de un edificio con historia y donde se hace historia y porque Miraflores es una ciudad emblemática de un país hermano como lo es el Perú.

Dimensioné el significado y la trascendencia de Miraflores cuando leí una frase en Conversación en La Catedral que, si mi memoria no me traiciona, dice así: el mundo es grande, el Perú es enorme, pero Miraflores, Miraflores es inmenso.

Aquí estamos, en la inmensidad de un distrito que palpita, que vive, que construye nación.

Comenté a un buen amigo -Carlos aquí presente- que recibiría las llaves de la ciudad de Miraflores.

Me advirtió que tomara el asunto con mucha seriedad, ya que se trata de una gran distinción, que no fácilmente se otorga. Juicioso como soy (así me dicen mis amigos colombianos), me aboqué a indagar sobre el tema. En efecto, el Reglamento para el otorgamiento de condecoraciones y distinciones que entrega la Municipalidad de Miraflores indica, en su artículo octavo, De las Llaves de la Ciudad, lo siguiente:

Es una distinción que se otorga a una personalidad destacada que no es vecina del distrito de Miraflores, a la que se le brinda el calor y la reconocida hospitalidad miraflorina con el ánimo de estrechar lazos de amistad y unión fraterna y a la que simbólicamente se le permite tener acceso a la ciudad de Miraflores de manera imperecedera.

En consecuencia, recibo con mucho aprecio el calor y la hospitalidad miraflorina, su amistad y fraternidad, que son recíprocas. Mi relación con Miraflores será perdurable.

Recibo esta distinción, además en un día especial. Este 31 de marzo celebramos el 108 aniversario del natalicio del poeta mexicano Octavio Paz, para quien la poesía es la experiencia humana total, porque deriva de lo más humano, la palabra. Paz escribió:

Entre lo que veo y digo, entre lo que digo y callo, entre lo que callo y sueño, entre lo que sueño y olvido, la poesía.

Este evento tiene también el sello de la Asociación del Bicentenario 2021, que es una agrupación civil conformada por reconocidos y destacados ciudadanos peruanos, cuyo fin consiste en difundir los valores cívicos y patrióticos con los que se ha edificado el Perú y cuya tarea ha sido generar espacios de estudio, reflexión y debate en torno al Bicentenario de la independencia este país y al que, con la generosidad que les caracteriza, nos han integrado a algunos amigos del Perú.

En ese espacio tuve oportunidad de reflexionar sobre la contribución de un peruano ejemplar como lo fue Fray Melchor de Talamantes a la independencia de México, razón por la cual es considerado como uno de los precursores intelectuales de la libertad de mi patria.

También participé en conversatorios en torno al proceso de independencia tanto de México como de Centroamérica. Me permitieron, además, cometer la osadía de hacer un estudio comparativo de los movimientos libertarios de Perú, Centroamérica y México. Grandes momentos, sin duda; excelentes diálogos y mejores amigos. Gracias.

En 2016, cuando visité por primera vez el Perú, en una comisión de trabajo, pedí que me trajeran a Miraflores. ¿Y para qué? me preguntaron intrigados.

Mi respuesta fue inmediata, quiero conocer la mítica Miraflores. Más allá de la muy referencial Machu Picchu, tenía ecos en mi cabeza de lecturas juveniles cuyas historias cruzan y se entrecruzan con Miraflores.

Así, en esa primera visita, recorrí varias de sus calles y plazas, entre la tradición y la modernidad, entre el bullicio urbano y la serenidad de sus jardines.

Miraflores es una ciudad histórica, pero también heroica. Es una urbe cultural, es un distrito financiero, comercial y turístico. Es un imán de atracción.

Si en los albores del siglo XX Abraham Valdelomar decía que el Perú era Lima; Lima era el jirón de la Unión; el jirón de la Unión era el Palais Concert y el Palais Concert era él, hoy -en el siglo XXI- podemos decir que Miraflores condensa la vibrante alma del Perú.

Solo en Miraflores pudo concebirse la idea de tener un Parque del Amor, con una soberbia escultura que habla de pasión, pero también de ternura y de pudor. Obra maestra del gran Víctor Delfín.

Y desde Miraflores mirar, mirar la inmensidad del Pacífico, de donde han llegado para el Perú muchas bondades y algunas desgracias. En invierno, sentir la húmeda brisa que penetra hasta los huesos y, en verano, el apabullante sol que llena de luminosidad los ojos.

Miraflores es un espacio de inspiración y sentimiento, un terruño en el que propios y extraños encuentran un espacio de convivencia humana.

Así le sucedió a Ricardo Palma en los últimos años de su existencia, donde dejó una huella que hasta ahora perdura. Permítanme recordarlo como debe recordarse a un escritor, leyéndolo. 

Escribe en alguna de sus tradiciones:

“Razón sobrada tuvo don Alfonso el Sabio para decir que si este mundo no estaba mal hecho, por lo menos lo parecía. Si él hubiera corrido con esos bártulos, como hay Dios que nos quedamos sin simpatía, y por consiguiente sin amor y otras pejigueras. Entonces hombres y mujeres habríamos vivido asegurados de incendios. Repito que es mucho cuento esto de la simpatía, y mucho dijo bien el que dijo: El amor y la naranja se parecen infinito: pues por muy dulces que sean tienen de agrio su poquito”

Una mención especial merece mi relación con la Municipalidad y en particular con el señor alcalde.

Recién había arribado al Perú como embajador de México, en 2019, cuando en mi escritorio apareció una invitación: el alcalde de Miraflores, Luis Molina Arles, le invita a la inauguración de la exposición de Cuchimilcos en el parque Reducto 2.

Supongo que esa invitación se remitió a varias embajadas y, sorpresa para mí, fui el único diplomático en presentarse. Fue evidente que la mía era –de alguna manera- una presencia inesperada. La encargada cultural de entonces no sabía qué hacer conmigo. Por fortuna, estaba el alcalde Molina, quien con gran destreza resolvió la situación y me dio, desde ese momento, un trato de amigo. Pensé, este verdadero gentleman conoce su cargo y entiende de relaciones públicas.

Y desde entonces he compartido con la Municipalidad, su alcalde, gerente y regidores muchos gratos y relevantes acontecimientos: las múltiples celebración por el centenario del tradicionalista Palma; la emoción de los Juegos Panamericanos, cuyas principales hazañas para el Perú se sucedieron en las calles miraflorinas; en medio de la pandemia, escribir en el simbólico muro de la esperanza “cuando esto termine…”, la marcialidad de la conmemoración de la Batalla de Miraflores, la restauración del mural en el Paseo de la República, símbolo de que un zanjón pude revestirse de belleza.

En este mismo salón tuve la oportunidad de hablar sobre un mexicano universal, un luchador social, Emiliano Zapata.

El Día de Muertos es una tradición muy sentida y vivida por el pueblo mexicano. En el 2019, la Huaca Pucllana se vistió de México con un soberbio, espectacular altar de muertos.

Podría continuar relatando acciones en Miraflores que van desde el deporte, eventos empresariales, siguiendo con la gastronomía y las manifestaciones culturales. Aquí me detengo.

Amigas y amigos, Miraflores es una fuente de vida y vivencias. ¿Puede haber algo mejor que caminar por el malecón miraflorino, sentarse en una de sus bancas y, libro en mano, leer a César Vallejo y con él decir:

Quiero, para terminar, cuando estoy al borde célebre de la violencia o lleno de pecho el corazón, querría ayudar a reír al que sonríe, ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca, cuidar a los enfermos enfadándolos, comprarle al vendedor ayudar a matar al matador –cosa terrible- y quisiera yo ser bueno conmigo en todo.

Embajador de México se despide del Perú con emotivo discurso en Miraflores02.04.2022  

• Víctor Hugo Morales recibió la Llave de la Ciudad

El embajador de México en el Perú, Víctor Hugo Morales, próximo a terminar su misión diplomática, pronunció un emotivo discurso tras recibir de manos del alcalde de Miraflores, Luis Molina, las llaves de la Ciudad, en mérito a su constante colaboración con nuestro distrito.

Aquí su disertación:

“Es un privilegio y un alto honor estar en este salón Consistorial de la Municipalidad de Miraflores.

Lo es por muchas razones:

Porque estoy rodeado de amigas y amigos, porque es un espacio noble de un edificio con historia y donde se hace historia y porque Miraflores es una ciudad emblemática de un país hermano como lo es el Perú.

Dimensioné el significado y la trascendencia de Miraflores cuando leí una frase en Conversación en La Catedral que, si mi memoria no me traiciona, dice así: el mundo es grande, el Perú es enorme, pero Miraflores, Miraflores es inmenso.

Aquí estamos, en la inmensidad de un distrito que palpita, que vive, que construye nación.

Comenté a un buen amigo -Carlos aquí presente- que recibiría las llaves de la ciudad de Miraflores.

Me advirtió que tomara el asunto con mucha seriedad, ya que se trata de una gran distinción, que no fácilmente se otorga. Juicioso como soy (así me dicen mis amigos colombianos), me aboqué a indagar sobre el tema. En efecto, el Reglamento para el otorgamiento de condecoraciones y distinciones que entrega la Municipalidad de Miraflores indica, en su artículo octavo, De las Llaves de la Ciudad, lo siguiente:

Es una distinción que se otorga a una personalidad destacada que no es vecina del distrito de Miraflores, a la que se le brinda el calor y la reconocida hospitalidad miraflorina con el ánimo de estrechar lazos de amistad y unión fraterna y a la que simbólicamente se le permite tener acceso a la ciudad de Miraflores de manera imperecedera.

En consecuencia, recibo con mucho aprecio el calor y la hospitalidad miraflorina, su amistad y fraternidad, que son recíprocas. Mi relación con Miraflores será perdurable.

Recibo esta distinción, además en un día especial. Este 31 de marzo celebramos el 108 aniversario del natalicio del poeta mexicano Octavio Paz, para quien la poesía es la experiencia humana total, porque deriva de lo más humano, la palabra. Paz escribió:

Entre lo que veo y digo, entre lo que digo y callo, entre lo que callo y sueño, entre lo que sueño y olvido, la poesía.

Este evento tiene también el sello de la Asociación del Bicentenario 2021, que es una agrupación civil conformada por reconocidos y destacados ciudadanos peruanos, cuyo fin consiste en difundir los valores cívicos y patrióticos con los que se ha edificado el Perú y cuya tarea ha sido generar espacios de estudio, reflexión y debate en torno al Bicentenario de la independencia este país y al que, con la generosidad que les caracteriza, nos han integrado a algunos amigos del Perú.

En ese espacio tuve oportunidad de reflexionar sobre la contribución de un peruano ejemplar como lo fue Fray Melchor de Talamantes a la independencia de México, razón por la cual es considerado como uno de los precursores intelectuales de la libertad de mi patria.

También participé en conversatorios en torno al proceso de independencia tanto de México como de Centroamérica. Me permitieron, además, cometer la osadía de hacer un estudio comparativo de los movimientos libertarios de Perú, Centroamérica y México. Grandes momentos, sin duda; excelentes diálogos y mejores amigos. Gracias.

En 2016, cuando visité por primera vez el Perú, en una comisión de trabajo, pedí que me trajeran a Miraflores. ¿Y para qué? me preguntaron intrigados.

Mi respuesta fue inmediata, quiero conocer la mítica Miraflores. Más allá de la muy referencial Machu Picchu, tenía ecos en mi cabeza de lecturas juveniles cuyas historias cruzan y se entrecruzan con Miraflores.

Así, en esa primera visita, recorrí varias de sus calles y plazas, entre la tradición y la modernidad, entre el bullicio urbano y la serenidad de sus jardines.

Miraflores es una ciudad histórica, pero también heroica. Es una urbe cultural, es un distrito financiero, comercial y turístico. Es un imán de atracción.

Si en los albores del siglo XX Abraham Valdelomar decía que el Perú era Lima; Lima era el jirón de la Unión; el jirón de la Unión era el Palais Concert y el Palais Concert era él, hoy -en el siglo XXI- podemos decir que Miraflores condensa la vibrante alma del Perú.

Solo en Miraflores pudo concebirse la idea de tener un Parque del Amor, con una soberbia escultura que habla de pasión, pero también de ternura y de pudor. Obra maestra del gran Víctor Delfín.

Y desde Miraflores mirar, mirar la inmensidad del Pacífico, de donde han llegado para el Perú muchas bondades y algunas desgracias. En invierno, sentir la húmeda brisa que penetra hasta los huesos y, en verano, el apabullante sol que llena de luminosidad los ojos.

Miraflores es un espacio de inspiración y sentimiento, un terruño en el que propios y extraños encuentran un espacio de convivencia humana.

Así le sucedió a Ricardo Palma en los últimos años de su existencia, donde dejó una huella que hasta ahora perdura. Permítanme recordarlo como debe recordarse a un escritor, leyéndolo. 

Escribe en alguna de sus tradiciones:

“Razón sobrada tuvo don Alfonso el Sabio para decir que si este mundo no estaba mal hecho, por lo menos lo parecía. Si él hubiera corrido con esos bártulos, como hay Dios que nos quedamos sin simpatía, y por consiguiente sin amor y otras pejigueras. Entonces hombres y mujeres habríamos vivido asegurados de incendios. Repito que es mucho cuento esto de la simpatía, y mucho dijo bien el que dijo: El amor y la naranja se parecen infinito: pues por muy dulces que sean tienen de agrio su poquito”

Una mención especial merece mi relación con la Municipalidad y en particular con el señor alcalde.

Recién había arribado al Perú como embajador de México, en 2019, cuando en mi escritorio apareció una invitación: el alcalde de Miraflores, Luis Molina Arles, le invita a la inauguración de la exposición de Cuchimilcos en el parque Reducto 2.

Supongo que esa invitación se remitió a varias embajadas y, sorpresa para mí, fui el único diplomático en presentarse. Fue evidente que la mía era –de alguna manera- una presencia inesperada. La encargada cultural de entonces no sabía qué hacer conmigo. Por fortuna, estaba el alcalde Molina, quien con gran destreza resolvió la situación y me dio, desde ese momento, un trato de amigo. Pensé, este verdadero gentleman conoce su cargo y entiende de relaciones públicas.

Y desde entonces he compartido con la Municipalidad, su alcalde, gerente y regidores muchos gratos y relevantes acontecimientos: las múltiples celebración por el centenario del tradicionalista Palma; la emoción de los Juegos Panamericanos, cuyas principales hazañas para el Perú se sucedieron en las calles miraflorinas; en medio de la pandemia, escribir en el simbólico muro de la esperanza “cuando esto termine…”, la marcialidad de la conmemoración de la Batalla de Miraflores, la restauración del mural en el Paseo de la República, símbolo de que un zanjón pude revestirse de belleza.

En este mismo salón tuve la oportunidad de hablar sobre un mexicano universal, un luchador social, Emiliano Zapata.

El Día de Muertos es una tradición muy sentida y vivida por el pueblo mexicano. En el 2019, la Huaca Pucllana se vistió de México con un soberbio, espectacular altar de muertos.

Podría continuar relatando acciones en Miraflores que van desde el deporte, eventos empresariales, siguiendo con la gastronomía y las manifestaciones culturales. Aquí me detengo.

Amigas y amigos, Miraflores es una fuente de vida y vivencias. ¿Puede haber algo mejor que caminar por el malecón miraflorino, sentarse en una de sus bancas y, libro en mano, leer a César Vallejo y con él decir:

Quiero, para terminar, cuando estoy al borde célebre de la violencia o lleno de pecho el corazón, querría ayudar a reír al que sonríe, ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca, cuidar a los enfermos enfadándolos, comprarle al vendedor ayudar a matar al matador –cosa terrible- y quisiera yo ser bueno conmigo en todo. Gracias, gracias”.