«Conviviendo con la broquietacsias»; por Octavio Huachani

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Me sucede dos o tres veces al año. Como todos los días, después de desayunar, busco el libro que dejé a medio leer y me arrellano en sillón que está ubicado junto a la ventana. Visto ropa de entrecasa gruesa. Con despaciedad y calmancia me coloco las gafas lectoras, y empiezo a gozar con el placer de leer.

De pronto una ventisca abre la ventana e ingresa un aire frío y húmedo que invade la sala y enfría mi cuerpo que tirita. Y en ese mismo instante siento como si alguien me empujara y que caigo en una suerte de piscina de aguas profundas en el que poco a poco me voy hundiendo. Luego de unos segundos, siento que no puedo respirar y que me ahogo a morir. Entonces desesperadamente empiezo a agitar mis brazos tratando de subir a la superficie en busca de una bocanada de aire que pudiera salvarme la vida.

(Lo que en realidad está sucediendo es que, debido al golpe de aire frío, estoy sufriendo una crisis respiratoria propia de la bronquietacsias y que estoy tratando de llegar a mi dormitorio donde guardo mis inhaladores que ayudan a abrir las vías respiratorias y aliviar la opresión en el pecho, las sibilancias y la tos).

Desde instante, mis días cambiarán radicalmente.

Durante 15 o 20 días tendré que permanecer echado boca abajo en mi cama que previamente mi hijo ha inclinado para facilitar el drenaje de la flema.

La bronquiectasia quística es una enfermedad que causa la producción de grandes cantidades de flema todos los días y provoca la acumulación de moco espeso y pegajoso en los pulmones. Esta mucosidad tapa los pulmones, causando problemas para respirar y facilitando el crecimiento de bacterias.

Es potencialmente mortal.

No existe cura para la bronquietacsias quística, pero el tratamiento recomendado por un neumólogo puede aliviar los síntomas, reducir las complicaciones y mejorar la calidad de vida.

Según los especialistas una persona que haya sufrido una agudización de sus bronquiectasias presenta una probabilidad superior al 30% de fallecer en los siguientes 4 años.

Aquí, debo agregar que yo convivo con esta enfermedad más de diez años. He sobrevivido a muchas crisis gracias los cambios que decidí hacer en mi vida social. Salgo muy poco lo que ha ocasionado que muchos colegas y amigos muestren su molestia sin saber los motivos y yo ya estoy cansado de explicar algo que para muchos resulta inexplicable. 

Pocos saben que, para los pacientes con esta enfermedad, la vida cotidiana es una permanente lucha en la que hasta las tareas básicas nos dejan sin aliento. Por ejemplo, subir las escaleras peatonales nos está prohibido. Menos viajar a lugares con una altura mayor a la Lima.

Desobedecer los consejos de los médicos nos conducirán inevitablemente a utilizar una silla de ruedas para desplazarnos, y oxígeno para poder respirar.

Pero no solo se trata de salir poco. Además, los cambios van desde una alimentación sana y también de mantener el cuerpo caliente. Es imprescindible mantener los ambientes cálidos en casa y no tener las ventanas abiertas durante mucho tiempo; sin dejar de ventilarlos, de preferencia durante la mañana.

Y, si la economía lo permite, se puede adquirir une estufa eléctrica y utilizarla durante los días más fríos del año para procurar una temperatura agradable para el adulto mayor.

Los especialistas recomiendan beber entre dos o tres litros de agua durante el día, para que los pacientes estén hidratados. Lo ideal es consumir infusiones calientes para mantener la temperatura del cuerpo.

Una alimentación de calidad es vital y esta debe abarcar todos los grupos alimenticios e ir de acuerdo con las necesidades diarias del paciente, según edad, peso y actividades.

Por ejemplo, los lácteos y harinas refinadas se deben evitar al máximo, porque irritan el sistema mucoso y afectan también al pulmón. Y aunque resulte redundante es necesario mencionar el daño que nos hace comer comida rápida, carnes procesadas, tortas, pasteles, chocolates y las bebidas azucaradas.

En nuestro país existen aproximadamente 500 neumólogos y cada uno adopta un sistema propio para sus pacientes. Los inhaladores más usados con el Salbutamol (o Ventolin), Bromuro de Ipatropio, Seretide, etc. Todos sirven para descongestionar los pulmones permitiendo una mejor respiración, pero la duración de cada uno varía entre cuatro a seis horas.

Hay médicos que recetan corticosteroides inhalados para reducir la inflamación, pero los investigadores dicen que hay poca evidencia que demuestre su utilidad. Además, aunque cada inhalador contine una cantidad ínfima a larga puede causar osteoporosis y afectar al sistema inmunológico.

Hay que remarcar que cada paciente es diferente a otro y que la automedicación puede ser fatal.

Para que un tratamiento sea eficaz el médico tiene que ordenar una serie de exámenes clínicos previos (sangre y esputo seriados) y una tomografía contrastada. Eso y además seguir sus recomendaciones al pie de la letra.

Mi bronquietacsias y yo

Mi rutina diaria (cuando estoy libre de exacerbaciones) es la siguiente.

Me levanto a las cinco de la mañana para tomar mis vitaminas y el Acetilcisteína que sirve diluir la flema y expulsarla sin mayor esfuerzo. Una hora más tarde ingiero las pastillas para la presión y para limpiar los riñones. Todo con agua tibia. 

Luego durante quince minutos realizo un trote acompañado de ejercicios leves. La música de Santana es mi mejor compañía.

Me baño y una vez cambiado de ropa, me siento a la mesa para hacer uso de inhaladores. Dos puffs de cada uno. La hora queda registrada en una libreta que evita los olvidos.

Preparo avena para el desayuno y después salgo a comprar el pan. 

Con las comidas fuertes tomo un litro de té con limón.

De ahí, otra vez al sillón para proseguir con la lectura de uno de mis libros.

Esta es mi rutina normal y que me ha permitido convivir con la bronquietacsias durante más de una década.

¿Hasta cuándo? No lo se. Pero si se que nunca me veré en una foto en una silla de ruedas y con un balón de oxigeno a mi lado. Eso me lo he prometido.