Respecto al cambio de los nombres de las calles de Lima para conformar los jirones, Juan Bromley dice que “los referidos cambios urbanos no tuvieron inspiración ni acogida populares, puesto que partieron de la iniciativa de elementos pertenecientes a las clases superiores e ilustradas, propugnadores de las ideas de radical renovación.
El común del vecindario no podía aceptar que a cada calle se le suprimiese su propia denominación individual, así como tampoco pudo entender cuando se numeraron las puertas de las casas; que la cifra infamante que identificaba al presidiario podía reemplazar a los escudos de armas inscriptos en las arcaicas portadas coloniales”.
En su opinión “debieron conservarse los nominativos antiguos de las calles y emplearse los nuevos y genéricos en las arterias que se formasen en el futuro. Es decir, que las calles del núcleo original de la población pudieron continuar en posesión de aquellos sus nominativos que creó la inspiración del pueblo, que refrendó el hábito, que consagró el tiempo y que finalmente sancionó la autoridad civil”.
Agrega que los nombres nuevos debieron haber reservado para ser aplicados “a las arterias que quedaran situadas fuera del recinto amurallado de la ciudad, o sea, derribado el cerco, a partir de la que se denominó Avenida de Circunvalación”.
Las primeras referencias acerca del origen y significado del nombre de varias calles de Lima se deben a don Ricardo Palma, quien en algunas de sus ‘Tradiciones peruanas’ abordó el tema con criterio anecdótico más que histórico, en consonancia con la característica de sus celebrados escritos.
A mediados del siglo XIX, Manuel A. Fuentes consignó en su ‘Estadística de Lima’ un cuadro con los nombres vigentes de las calles de su tiempo y de los más antiguos de ellos que pudo averiguar.
En el siglo pasado, Jenaro Herrera publicó varias versiones explicativas de nuestra toponimia local; Arturo Montoya, en su ‘Romancero de las calles de Lima’, con textos en verso, también trata el tema acogiendo las leyendas y consejos subsistentes; y a su vez, Aníbal J. García, hombre aficionado a antiguallas limeñas, aunque un tanto fantasioso, escribió diversas crónicas sobre el mismo tema.
Más contemporáneamente, José de la Riva-Agüero hizo alusión en algunos de sus importantes estudios históricos a distintos topónimos locales, y en las publicaciones de otros investigadores, como Evaristo San Cristóval, Emilio Hart-Terré y José Vélez Picasso, hay datos novedosos sobre esos nombres de nuestras calles.
Pese a todo lo dicho, el estudio más documentado, y por lo tanto más veraz, sobre el origen y significado de los nombres de las calles de la ciudad se inicia, propiamente, en 1943, con el libro de José Gálvez titulado ‘Calles de Lima y meses del año’. Su amena e ingeniosa narración brinda -puede decirse- una visión panorámica al respecto.
El libro de Gálvez Barrenechea es preciso respecto al dato histórico que halló en protocolos notariales, en viejos infolios de censos y capellanías y en archivos parroquiales. Para decorar su obra agregó anécdotas alusivas a las calles, valiosos apuntes sobre sus más conspicuos habitadores, lejanos y modernos, y recuerdos personales ligados a cada calle. En el libro de Gálvez está, pues, la historia de parte muy apreciable de las viejas calles de la capital de la república.
Lo último que ponemos anotar, antes de entrar a conocer el origen del nombre que tuvo cada una de las calles de Lima, pues como bien dice Bromley en su reeditado libro ‘Las viejas calles de Lima’ -de obligatoria consulta, para los amantes de Lima y de su historia- en numerosos casos el nombre del vecino connotado fue sustituido por el de otro de más modesta clase y condición y aun por el de personas de apelativos no identificables.
Anota, por ejemplo, la particularidad de que el conductor de algún establecimiento comercial conocido y concurrido fuera finalmente el dador del nombre vigente, como ocurrió, por ejemplo, con la calle llamada primitivamente ‘de Navarro’, por su vecino el conquistador y fundador de Lima Pedro Uroz de Navarro; que pasó a llamarse ‘de Ibarra’, por otro vecino conspicuo, y concluyó por denominarse ‘de Carrera’, por Pedro Carrera, dueño de una panadería ubicada en ella.
Para concluir, el mismo Bromley recuerda los 357 nombres que correspondían a igual número de calles con que contaba Lima por ese entonces. Los cita por orden alfabético; y luego refiere el origen de su nombre. Algunas de esas calles las recordaremos en nuestras próximas entregas.