Ansiedad, estrés, depresión y soledad se agudizaron

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Image of young psychiatrist comforting her sad patient

La irrupción de la COVID-19 y la imposición de cuarentenas preventivas, supuso un cambio abrupto en las rutinas diarias de las personas, que después de algunos meses empezaron a generarles cierto “malestar”. Esto sumado a una situación dramática, los millones de fallecidos, lo cual trae como resultado sentimientos de inseguridad y miedo.

Al respecto, el Dr. Jesús González Moreno, Director del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, informó: “Este cambio de rutinas, malestar e inseguridad han provocado la aparición de síntomas de ansiedad, estrés, depresión y soledad en la población general. Es pronto para saber cómo ha influido en personas con afecciones psicológicas anteriores o con un diagnóstico de trastorno mental, y también cómo esta situación ha podido intensificar  el afloramiento de trastornos latentes”

Asimismo,GonzálezMoreno explicó que en la denominada nueva normalidad muchas personas han presentado angustia y miedo al salir a la calle, evitando lugares concurridos y mostrando dificultades para retomar contactos sociales.  El temor al contagio supone para muchas personas vivir en un estado de alerta y vigilancia constante sobre el posible padecimiento de síntomas, la aparición o proliferación de conductas compulsivas exageradas y una sensación de falta de control que puede agravar sintomatología ansiosa o depresiva. En definitiva, la coyuntura ha podido suponer un problema de adaptación para algunas personas.

La importancia de estar alerta

El experto de VIU agregó que debemos ser capaces de reconocer nuestras emociones y estados, y las afectaciones que estos nos generan para en caso que se requiera buscar la ayuda de familiares o profesionales. Algunos signos de alerta son: tristeza, llanto, cansancio, sensación de irrealidad, sensaciones de ahogo, creencias anormales, dificultades para pensar con claridad o incapacidad para realizar las tareas corrientes de la vida diaria y el  abuso de sustancias.

“Hay que tener claro que estos síntomas o cambios de estado anímico hacen parte del ser humano, una cosa es tenerlos durante un tiempo determinado o si la persona está atravesando por una situación adversa, por ejemplo, tristeza o incapacidad de disfrutar; y otra muy diferente que exista un trastorno mental. La gravedad de la sintomatología, su duración en el tiempo y la capacidad de interferencia de esos síntomas en nuestra vida diaria es lo que decanta la balanza hacia el posible diagnóstico de un trastorno mental”, puntualizó el docente de VIU González Moreno.

‘Cuidadores’ a cuidarse

Los cuidadores son las personas que aportan una serie de recursos, atenciones y cuidados necesarios para la vivencia diaria de la persona con un trastorno mental, fomentando su autonomía y favoreciendo la realización de las actividades de su vida diaria.

“No es menos importante explicar que el cuidador para poder ofrecer el servicio debe protegerse a sí mismo, ya que, si enferma o se “quema”, no va a poder seguir atendiendo a la persona y, por tanto, el “paciente” podría recibir el servicio de forma incorrecta o dejar de recibirlos.