«López Obrador: Más allá de la victoria»; por José Antonio Torres Iriarte

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Andrés Manuel López Obrador, como militante del PRI en un primer momento, como integrante del PRD posteriormente y como líder de MORENA en los últimos años, fue perfilando un discurso político cada vez más cercano a la demagogía, a la falsa promesa y a la mentira. Cuando fue electo presidente de México en el 2018, tuvo la gran oportunidad de ser un estadista que impulse las grandes reformas en una sociedad marcada por la violencia y el crimen organizado.

México supo negociar en los años noventa un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que le garantizaba un amplio mercado para sus exportaciones y facilitaba la inversión extranjera en una economía que iba dejando atrás políticas proteccionistas.
La agenda bilateral entre México y Estados Unidos ha estado signada por el comercio, la migración y el narcotráfico. La guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China, alentada por D. Trump, terminó beneficiando ampliamente a México.

López Obrador siempre evitó confrontar con el presidente Trump, siendo realmente tolerante y por momentos complaciente con el líder republicano que en campaña y en el ejercicio del cargo tuvo un discurso altisonante y severo con los migrantes, ofreciendo construir un «muro fronterizo» que evite el paso de «ilegales» hacía los Estados Unidos.

López Obrador con los presidentes Trump y Biden, mantuvo un diálogo amigable en extremo, muy distinto a su clara vocación injerencista con diversos gobiernos latinoamericanos.

López Obrador, líder del Grupo de Puebla tiene una abierta simpatía con las dictaduras de Díaz Canel en Cuba, Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela. El discurso antimperialista de López Obrador se atenuó en su trato personal y político con los Estados Unidos por un lado, llegando a la arenga política cuando se trataba de defender a gobiernos autoritarios, que supuestamente son víctimas de la agresión imperialista norteamericana.

López Obrador intentó ser el gran líder continental, sobre todo luego de las muertes de Hugo Chávez, Fidel Castro o en los tiempos que Lula Da Silva estaba privado de su libertad. El presidente mexicano intentó dar la pauta de la política latinoamericana, desde sus habituales Conferencias de Prensa «mañaneras», que se convirtieron en instrumento de comunicación política a lo largo de su gobierno.

López Obrador viajó al exterior muy poco, pero sin embargo ha tratado de estar omnipresente en el plano internacional. Sus declaraciones inapropiadas, con un claro sesgo intervencionista en muchos casos, han causado desencuentros políticos, crisis en las relaciones internacionales con países de la región e incluso demandas ante organismos internacionales.

López Obrador tiene rasgos autoritarios y por cierto a inicios de su gobierno prefirió supuestamente honrar el cumplimiento de la «Doctrina Estrada» para que México no se sume con su voto a la condena contra la tiranía de Nicolás Maduro. El gobierno de López Obrador parece ajeno a la Alianza del Pacífico, porque seguramente siente que el comercio con Colombia, Perú o Chile, no es significativo en cifras, si se compara con el dinámico crecimiento del comercio bilateral entre México y Estados Unidos.

López Obrador respaldó a Evo Morales, luego de perpetrado el fraude en el 2019, del mismo modo estuvo presto a concederle asilo al golpista Pedro Castillo en diciembre 2022. A la vez no reconoció la sucesión presidencial en el Perú y se negó a entregar la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico.

En las elecciones generales recientes, ha ganado ampliamente Claudia Sheimbaun. La coalición que respalda el proyecto liderado por López Obrador tendrá el control de la Cámara de Diputados y del Senado; llegando incluso a los 2/3 de la representación en Diputados.
López Obrador ha puesto en marcha, lo que considera la 4T (Cuarta Transformación) y ante un escenario político tan favorable, es muy probable que impulse en plazos breves una gran reforma constitucional que facilite el control político de las instituciones aún no controladas por el gobierno.

La derrota de la coalición integrada por el PAN, el PRI y el PRD; ha representado una gran victoria para el gobierno y ha sido recibida con algarabía por Díaz Canel, Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Evo Morales y Alberto Fernández. Gustavo Petro ha recordado la manera generosa como la electa presidenta Claudia Sheimbaum apoyó al M-19, en los años que ese movimiento asolaba la paz en Colombia. Por cierto que el presidente Lula Da Silva se ha sumado a las felicitaciones.

López Obrador tiene claro que su victoria ha sido posible, porque sus planes de subsidios superan los varios millones de beneficiarios y se han financiado con recursos públicos que siendo finitos, no se podrán sostener en el largo plazo. México con más de ciento treinta millones de habitantes, con cerca de cien millones de electores; sustenta su economía en el marco de un TLC de Norte América que le asegura mercados y oportunidades. Sin embargo en México, los carteles de la droga se han consolidado, controlan parte del territorio y tienen un peso político significativo en varios Estados de la Unión Mexicana.

La violencia no ha cesado, se han incrementado los homicidios en los últimos años; mientrás que el gobierno de López Obrador soslayó las políticas represivas de gobiernos anteriores. El gobierno mexicano tácitamente ha firmado un «pacto de no agresión» con los carteles de la droga, siendo evidente que existen miles de millones de dólares procedentes de actividades ilícitas, que se insertan en la economía mexicana, superando controles tributarios y mejorando los sistemas de «lavado de activos».

Si el narcotráfico financió campañas electorales en Colombia, hoy lo hace en México. López Obrador ha entregado cuotas de poder a los militares y a las fuerzas armadas. Su gobierno ha suscrito convenios con Cuba, facilitando la presencia de médicos cubanos en todo el país, a lo que se suma la supuesta presencia de operadores de inteligencia cubanos.

No fue suficiente que más de 250 intelectuales mexicanos se pronunciaran durante la campaña electoral a favor de la candidata de oposición Gálvez. Pareciera que el electorado mexicano, tuvo la impresión de que era inminente la victoria del gobierno y que la tendencia era irreversible.
Por cierto, el número de electores que salió a votar fue porcentualmente menor al de otras elecciones. Las numerosas encuestas de opinión difundidas se convirtieron en un arma de campaña electoral. La economía mexicana muestra cifras macroeconómicas favorables, con una moneda estable, con tasas de inflación bajas y con políticas de subsidio generosas.

Decenas de millones de mexicanos residentes en Estados Unidos envían remesas a sus familiares, de manera regular, a lo que se suman bolsones de «economía informal». López Obrador ha tomado los resultados, como una victoria personal y está seguro que Claudia Sheimbaum en el ejercicio del poder seguirá sus instruciones.

Luego de las elecciones, la devaluación del peso y la caída de las acciones en la Bolsa de Valores, son una clara señal que los mercados e inversionistas tienen la percepción de que la amplia victoria obtenida por el gobierno, puede ser el inicio de la puesta en marcha de un plan de radicalización del proyecto político de López Obrador.

El PRD virtualmente ha desaparecido, el PRI ha perdido electores, mientrás que el PAN lidera la oposición. López Obrador espera una victoria de Joe Biden en Estados Unidos. El Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla puede estar seguro, que en el supuesto caso que Claudia Sheimbaum trate de diferenciarse de López Obrador, nunca buscará un camino autónomo que la eleje de sus simpatías juveniles por la Revolución Cubana y el marxismo.

El debate político e ideológico debe acentuarse en América Latina, de otro lado las tiranías se mantendran en el poder indefinidamente.