La democracia necesita de un sistema y de organismos electorales autónomos que garanticen el respeto irrestricto a la voluntad popular. En las Elecciones Generales del 2021 se puso de manifiesto en el Perú el sesgo con el que actúo el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones y la falta de disposición de la ONPE para garantizar un proceso electoral transparente; más aún cuando los resultados en la segunda vuelta electoral se expresaron en apenas una diferencia de algo más de 44 mil votos, sobre un universo de más de 25 millones de electores y más de 20 millones de sufragios emitidos.
No se puede dar estabilidad política a un país, si existen dudas fundadas sobre los resultados electorales. El presidente del Jurado Nacional de Elecciones tuvo la facultad de emitir un voto dirimente (doble) ante la ausencia (no fue elegido) del representante del Colegio de Abogados de Lima y más aún cuando no se conocían los resultados de las Elecciones Generales, el magistrado Rodríguez Monteza renunció, señalando la parcialidad y falta de transparencia, con la que venía actuando el Pleno del Jurado Nacional de Elecciones.
El jefe de la ONPE, Piero Corvetto se negó a entregar los padrones electorales para que se realizará el cotejo entre actas y padrones electorales. Fue evidente que el «fraude en mesa» de esa manera se consumó, al no poderse cotejar fehacientemente cuantos ciudadanos firmaron (luego de haber sufragado) el padrón electoral de la mesa en la que votaron, con los resultados electorales consignados en el acta electoral que fue validada y computada por la ONPE.
En mi concepto sólo fue necesario que alrededor de 400 actas (sobre un universo de más de 80 mil actas) fueran alteradas en todo el país para consumar un fraude electoral a favor de Pedro Castillo.
Fue claro que en el interior del país, centenares de actas electorales consignaron para una de las candidatas CERO votos y para el candidato de Perú Libre el 100 % de los votos válidos; lo que estadísticamente es muy poco probable, más aún cuando en la primera vuelta electoral la candidata afectada tuvo votos propios. La burda manera como se consumó el fraude, pudo comprobarse cotejándose de manera muestral las actas electorales con los padrones.
Luego de la primera vuelta electoral consideré que era necesario realizar una Auditoria Electoral por parte de la Organización de Estados Americanos, que hiciera posible auditar el software y los más de cien centros de cómputo de la ONPE a nivel nacional.
Realizada la segunda vuelta electoral, con mayor razón era un imperativo que se llevara a cabo una Auditoria por parte de la O.E.A. que incluyera necesariamente de manera muestral (un 10 %) el cotejo de las actas con los padrones electorales; más aún era necesario revisar las Mesas de Sufragio que habían sido impugnadas por los personeros de Fuerza Popular.
El gobierno de Francisco Sagasti no solicitó la Auditoria Internacional, el cuestionado Salas Arenas se opuso y por cierto que el jefe de la ONPE nunca estuvo dispuesto a facilitar una auditoria. En la etapa final del proceso en una Audiencia del J.N.E. el magistrado Salas Arenas señaló que por falta de tiempo era imposible cotejar las actas con los padrones.
Con las declaraciones del colaborador eficaz Zamir Villaverde, que explícitamente ha señalado la conexión entre Perú Libre y el Jurado Nacional de Elecciones, es inaceptable pretender considerar que el caso del supuesto «fraude electoral» está cerrado.
Más allá del archivamiento del Informe en mayoría elaborado por la Comisión presidida por el congresista Montoya, el Ministerio Público debe continuar con las investigaciones.
Por otro lado, la reciente reunión de los señores Salas Arenas y Piero Corvetto no puede ser interpretada como una visita protocolar o de cortesía, por el contrario en mi concepto pone de manifiesto que el Departamento de Estado de los EEUU recomendó la realización de la reunión, para expresar su tácito reconocimiento político a la gestión de los organismos electorales en el Perú. Seamos claros, no es casualidad que luego de la presencia del presidente Castillo en la «Cumbre de las Américas» se haya realizado una inusitada reunión entre los cuestionados funcionarios de organismos electorales y la embajadora de los EEUU en nuestro país.
No nos confundamos, la estrechez de los resultados electorales (apenas unas décimas de diferencia) en la segunda vuelta electoral en el Perú, exigía la realización de una auditoría internacional. Si comparamos el caso peruano con las elecciones celebradas en Colombia recientemente, los resultados han arrojado una diferencia de más del 3 % y más de 700 mil votos a favor del candidato Gustavo Petro; por el contrario en el Perú la diferencia fue de un poco más de 40 mil votos con una brecha porcentual casi infinitesimal.
Más aún estoy seguro que ninguna «mesa de sufragio» en las elecciones de Colombia ha tenido como resultado que uno de los candidatos (Petro o Hernández) no haya tenido un solo voto (como si ocurrió en el Perú).
Sin organismos electorales autónomos y autoridades electorales incuestionables, es imposible preservar la democracia.