Calles antiguas de Lima (XIV)

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Al iniciar la serie de artículos sobre el origen del nombre de algunas de las antiguas calles de Lima, recordamos que la relación más antigua de ella data de 1613 cuando el virrey Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, dispuso empadronar a sus habitantes con fines tributarios.

En 1861, cuando el Cabildo de Lima decidió agrupar cada 6 calles para convertirlas en jirón, existían 357 de ellas, según refiere el historiador de Lima Juan Bromley, en su libro ‘Las viejas calles de Lima’, en el que, además, cita algunos datos curiosos que no podemos dejar de mencionar.

Bromley precisa que entonces existían, de un lado, 85 calles con nombres propios (Baquíjano, Mogollón, Gato, Lártiga, Pití, Pando, Manzanilla, Mariquitas); y 61 con nombre de establecimientos y motivos religiosos (Buena Muerte, Capilla, Afligidos, Amargura, Cocharcas, Copacabana, Cruces, Corazón de Jesús, Espíritu Santo, San José, Santa María); y en el otro extremo, solo 2 con nombre de locales de diversión: Comedia Vieja y Pelota; y 2 que se referían a conmoraciones históricas: Ayacucho y 7 de Septiembre.

Otras eran conocidos por títulos y dignidades (Arzobispo, Condesa, General, Rectora, Virreina,); por la calidad de sus vecinos (Barraganes, Malambo, Pobres); por apodos Comesebo, Corcovado, Matasiete, Sietejeringas) o tenían un nombre geográfico (Buenos Aires, Pachacámac, Pachacamilla, Filipinas).

Otras calles llevaban nombres de oficios (Alfareros, Mondongueras, Petateros, Espaderos, Mercaderes, Camaroneros); de establecimientos de servicio social (Caridad, Divorciadas, Huérfanos, Pobres, Refugio); locales de educación (Colegio Real, El Estudio, Noviciado), o edificios públicos (Aduana, Moneda, Inquisición, Rifa).

También las había con nombres comerciales o industriales (Bodegones, Botones, Mantequería, Polvos Azules); aparte de las que fueron ‘bautizadas’ por su forma (Calle Colmillo); por las acequias, pilas de agua, puentes o molinos existentes en ellas; por su ubicación o con nombres zoológicos, botánicos o minerales; y por leyendas o señales particulares.

Con las siguientes calles concluimos esta serie, sin dejar de recomendarles que lean el trabajo de Bromley que se encuentra en google, es de fácil acceso y lectura gratuita.

Buen fin de semana.

Calle Negreyros

(Cuadra 5 del jirón Azángaro)

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En 1613 era conocida como ‘Cuadra del Inquisidor Ulloa», porque en la segunda mitad del siglo XVI residía en ella el inquisidor Alonso Gutiérrez de Ulloa. Posteriormente fue denominada ‘Puerta Falsa de las Bernardas’, por estar al costado del Monasterio de la Santísima Trinidad, de monjas bernardinas. Después tomó el nombre de Negreyros porque a inicios del siglo XVIII residió en ella Jorge Negreyros y Silva, quien fue corregidor de Arica y a quien en 1721 se le otorgó el título de marqués de Negreyros.

Hubo en esta cuadra una muy conocida casa de vecindad que se llamaba ‘el Callejón del Medio Pollo’, denominación esta que sirvió en ocasiones para localizar la calle.

Mercaderes

(Cuadra 4 del Jirón de la Unión)

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Tomó este porque sus primitivas casas de vivienda se transformaron en su mayor parte en tiendas de comercio, dada la ubicación central de la arteria. En 1613 predominaban en ella tiendas de sastres, como la de Andrés Núñez, sastre del virrey conde de

Montesclaros. Las ordenanzas de los sastres fueron aprobadas por el virrey conde de Chinchón en 1636, y disponían que al día siguiente de la festividad de San Juan Bautista debían reunirse todos los maestros examinados de sastres y jubeteros en la Capilla de la Limpia Concepción de Nuestra Señora del Convento de San Francisco para elegir alcalde, veedor, mayordomo y procurador del gremio. Esas autoridades debían visitar cada dos meses las sastrería para vigilar su buen acondicionamiento. Los mismos sastres integraban una cofradía de auxilios mutuos para auxiliar a sus asociados en casos de enfermedad, y a sus deudos en caso de muerte.

En 1613 se estableció en esta misma calle, el local del Tribunal del Consulado de los Mercaderes, institución comercial creada por cédula real en 1593. A este tribunal encargado de guiar la vida económica de Lima, se le designó Cámara de Comercio en 1822, pero tres años más tarde se le restituyó su nombre inicial, y continuó en funciones hasta 1877 en que fue clausurado por mandato legislativo después de 274 años de labor ininterrumpida. Hacia 1857 adquirió el nominativo de Calle del Consulado. Fenecido el Tribunal, recuperó su remoto nombre de Mercaderes.

Calle de la Peña Horadada

(Cuadra 9 del jirón Junín)

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La piedra horadada en 1930, y en la actualidad.

También conocida como ‘de la Piedra Horadada’ o ¡Piedra del diablo’, hacia 1613 servía de aposento de indios y tiendas de oficios mecánicos. Al comenzar el siglo XVIII adquirió importancia por las residencias que se construyeron en ella y por la calidad de los vecinos que la habitaron. La famosa piedra perforada existía desde principios del siglo XVII, centuria en que, según Bromley, Piedra Horadada se denominaba a la calle que hoy es Rastro de la Huaquilla (cuadra 1 del jirón Cangallo), y la actual Peña Horadada era denominada ‘Cuadra tercera del Cercado’.

Sobre la famosa piedra, Ricardo Palma dice que fue utilizada por el diablo para huir y evitar encontrarse con las procesiones del Señor de los Milagros y de la Virgen del Carmen que venían en sentido contrario allá por la Lima colonial.

Algunas versiones cuentan que fue un oráculo del antiguo templo del dios Rimaq ubicado en la zona; otra dice que fue solo un guardacantón («poste de piedra para resguardar de los carruajes las esquinas de los edificios», según el DRAE), ya que las carretas, con sus ruedas, podían afectar gravemente los muros de las casas. Para el historiador Luis Antonio Eguiguren (‘Las calles de Lima’, 1945) se trató de un simple retrete para personas con alguna urgencia fisiológica.

En esta arteria vivió el sabio naturalista italiano Antonio Raimondi; y nació el laureado poeta Luis Benjamín Cisneros.

Rastro de la Huaquilla

(Cuadra 1 del jirón Cangallo)

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En 1613 fue registrada como Calle de la Piedra Horadada, o ‘de la Peña Horadada’ como se le conoce hoy. Cuando en el siglo XVII se demolió una pequeña huaca por sus inmediaciones, esta adquirió la denominación de ‘Huaquilla de Santa Ana’, y hacia la mitad del mismo siglo se estableció en ella en ella un rastro o mercado de venta de carnes, obra que costearon los vecinos del barrio de Santa Ana para no verse obligados a adquirir ese alimento en el matadero y rastro situado en el distante barrio de San Lázaro. Fue a partir de aquello que tomó su definitivo nombre de Rastro de la Huaquilla, y la antigua ‘Calle tercera del Cercado’ cambió su título por el de Piedra Horadada.

En la época de la Independencia a esta propia arteria urbana se la denominó «del Rastro Viejo» por haberse construido ya otros nuevos rastros o carnicerías en diferentes barrios de la ciudad.

El nombre más remoto de esta calle fue el de Espaldas de Santa Ana por hallarse detrás del hospital de indios de esa advocación religiosa.