27 de octubre, estoy en Santiago de Chile, por lo que comenzaré por un lugar común. Anteayer, 25 de octubre de 2019, después de una semana de protestas masivas, de gestos ciudadanos, de incompetencia gubernamental, de violencia de Estado y, en consecuencia, de violación de los Derechos Humanos, ya acusada por el Instituto Nacional de Derechos Humanos, se realizó la mayor marcha de la Historia de Chile; no solo en Santiago —sea dicho—, sino también en todas las regiones del país. Según números oficiales, contabilizando solo la capital, sobre un millón y medio de personas se manifestó en las calles; aunque hemos de entender esos números dentro de la lógica oficialista, por lo que no sería extraño que anteayer hubiera más de dos millones camino a Plaza Italia. Quienes estuvimos allí, sabemos lo “impresionante” que fue y, además, damos fe de su heterogeneidad.
Entonces, el relato de anteayer nos lleva directo a Plaza Italia, lugar habitual de la convocatoria. Todas y todos debíamos llegar a ese punto de reunión, tal como se había hecho durante la semana. Sin embargo, este viernes, aunque lo intentamos, algunas y algunos ni siquiera pudimos acercarnos a más de cuatro cuadras del monumento al presidente José Manuel Balmaceda, centro neurálgico de los momentos históricos que ha vivido nuestro país, no solo en términos deportivos. Esto, cabrá aclarar, no porque no se quisiera, sino porque en todas direcciones la ciudadanía ocupaba las calles haciendo imposible el movimiento. Las ocupaba, eso sí, con un discurso homogéneo, cánticos explícitos y sin banderas sectoriales, ordenados todas y todos contra la “clase política” en su conjunto, contra la desigualdad, acumulada por treinta años, y, en particular, contra las decisiones ejecutadas por este Gobierno durante una semana en la que la represión se dejó caer como en los tiempos de la Dictadura cívico-militar chilena. Obviamente las sensaciones que emergieron tras este hecho son difíciles de describir con absoluta fidelidad, por no decir imposibles. De todas formas, “impresionante” es la palabra que sigue resonando en mi cabeza. Impresionante, sí, aunque espero, sinceramente, que esa sensación no nuble nuestro juicio frente a la “desigualdad” y el “descontento” que aún permanece entre la gente, puesto que más allá de lo épico del pronunciamiento social de ayer, y de toda la semana, aún no se obtiene lo que la ciudadanía exige. Los cacerolazos continúan y, es importante advertir, algunos partidos políticos ya están intentando subirse al carro de la victoria sin comprender que también han sido parte del problema: PS, PC, UDI, Frente Amplio, Radicales, PPD, DC, RN, independientes, etc. Si ha de defenderse la institucionalidad y el orden democrático, tal como han señalado durante estos días, deben asumir sus responsabilidades sin mirar al lado y, por lo tanto, legislar rápido para el “pueblo”. Concepto que en esta partida, afortunadamente, se ha forjado desde fuera del hacer partidista.
Ahora bien, si ponemos en perspectiva lo vivido anteayer, habrá que recordar que después de varias noches, tras declarar el pasado domingo que estábamos en guerra, después de que éramos un “oasis” en el Mundo, y otros varios discursos vacíos de por medio, más propios de un empresario ganando tiempo que de un gobernante con absoluta consciencia de lo que ocurre allá afuera, Sebastián Piñera, Presidente de Chile, pidió disculpas por sus palabras y, al mismo tiempo, por la sordera de la “clase política” con respecto a la voz “fuerte y clara” de la ciudadanía. Lo hizo, como solo un político puede hacerlo, pues, lo cierto es que él, y el resto de miembros del gabinete, siguió priorizando el discurso de la violencia, de los saqueos y de la “paz” como justificación del “Estado de emergencia” y del “Toque de queda”; discurso cansino hasta el hartazgo, pero que sigue reiterándose, probablemente, con el fin de atenuar de manera estratégica la mayoritaria y legítima protesta ciudadana, mas cansino a esta altura, puesto que ya resulta insostenible en muchos aspectos. Un paréntesis: ambas situaciones, excepcionales dentro de un “Estado de Derecho”, ya han sido cuestionadas constitucionalmente lo que podría generar, más temprano que tarde, una nueva arista para evaluar con respecto a la responsabilidad política, e incluso una posible acusación contra él y Andrés Chadwick, primo y Ministro del Interior, por sus decisiones frente a la gente. Ya habrá tiempo de analizar esto con más detalle.
Como sea, durante esa misma cadena nacional de disculpas, el Presidente anunciaría un paquete de medidas, una especie de “agenda corta”, con el objetivo de plantear “respuestas” ante las movilizaciones. Pienso que al pasar de las horas, Piñera se dejaría ver demasiado satisfecho por sus escasas acciones frente a las y los ciudadanos, casi como si estuviera en un mundo paralelo donde él siempre tiene la razón, porque la verdad es que la calle no lo estaba, más allá de que en el Congreso se aprobara esta misma semana la idea de discutir sobre la reducción a cuarenta horas de la jornada laboral, tema que era rechazado por el Gobierno, y se congelaran los precios del transporte y de la luz. No obstante, no hay que olvidar que aún no se tratan los temas de fondo, entre otros, la AFP, el porcentaje de reducción del sueldo de los parlamentarios y de sus dietas y un gesto que debió darse hace rato: el cambio de gabinete. Solo ayer sábado, Sebastián Piñera dijo a la prensa que había solicitado la renuncia de sus ministros. El problema ha sido la tardanza en esto y que también hay algunas y algunos subsecretarios en cuestionamiento. Hoy, domingo por la mañana, todavía no se pronuncia al respecto, por lo que estamos en completa incertidumbre.
Otro hecho a criticar, previo a la megamarcha del día 25 de octubre de 2019, fue la comparecencia ante el Congreso Nacional del primo y Ministro del Interior de Sebastián Piñera, Andrés Chadwick, para informar acerca de las decisiones que ha tomado con respecto a la ciudadanía durante la última semana. Criticable, pues fuera de su informe y de las justificaciones entregadas a los honorables por el abuso de la fuerza militar y policial, además de la declaración de “Estado de Emergencia”, y del cómo se comportó el Congreso, al final de su comparecencia declararía a los medios de prensa nacionales que él no tenía ninguna responsabilidad política al respecto. Lo grave es que a la fecha, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, ya tenemos en el país veinte muertos, 997 heridos, 413 por armas de fuego, 24 por balines, 3.162 detenidos, 2.150 hombres, 545 mujeres y 343 niños, niñas y adolescentes, 80 acciones judiciales, 14 amparos y 15 querellas por violencia sexual de todo tipo. Pienso que sí o sí el Ministro del Interior debe ser acusado por sus decisiones y, además, debe responzabilizarse, tanto como el Presidente de la República, por haber sacado a los militares a la calle. Ciertamente, Sebastián Piñera no será recordado como un estadista ni Andrés Chadwick como un loable Ministro del Interior.
Discusiones más, discusiones menos, el jueves y el viernes se sumaron a las protestas algunos grupos de camioneros, distintas agrupaciones dentro del país y, poco a poco, pero con la misma convicción, acabó reuniéndose en Santiago más de un millón y medio de personas protestando contra un sistema injusto. Qué decir si agregamos a las regiones. Si a alguien le quedaban dudas sobre la legitimidad de este movimiento inorgánico, sin partido político de por medio, y pacífico en su generalidad, ayer le debe haber quedado claro el estatus de este, a no ser que padezca severa miopía o tremendo fanatismo. Si la gente reunida ayer tuviera la mínima idea de violencia como herramienta de lucha, estoy seguro de que no hubiera habido fuerza militar o policial capaz de resistir la ola que se le habría venido encima. Y aun así hubo represión, cómo no. Pero las cacerolas siguieron sonando, pese a los intentos de los militares de mostrarse en varias situaciones como amigas y amigos del pueblo en una triste y patética emulación de tácticas estadounidenses en territorios en guerra como Irak. Me pregunto qué piensan realmente muchas y muchos de esos uniformados, al mismo tiempo que cuestiono la calidad de los cursos sobre Derechos Humanos que según el Ministro de Defensa, Alberto Espina, se aplican dentro de la institución. Algo ha fallado definitivamente.
Una cosa irónica de estos días es que el Gobierno, y sus representantes, quedaran más en evidencia respecto a su hacer cuando horas después de la masiva movilización, y la mañana de ayer, intentaran subirse al carro de la marcha como si esta fuera consecuencia de sus llamados al diálogo. Allamand, Rubilar, Chadwick, el mismo Presidente, entre otras y otros más o menos conocidos dentro de la política local, hicieron eco de la masiva convocatoria en Twitter como algo que ellas y ellos esperaban y fomentaban, casi como que fuera un acto ciudadano en respuesta al llamado a la paz para conversar. Intentaron “robarse” el llamado ciudadano. Repito: intentaron hacerlo propio, descaradamente. Por fortuna la gente no es tonta ni tan crédula y las redes sociales esta semana han sido una bendición. De hecho, alguien bromeó acertadamente en las redes que solo faltaba que Piñera dijera que asistió a la marcha para protestar contra Piñera. Si estos políticos hubieran estado ahí, cuestión imposible, indudablemente habrían escuchado los gritos contra el Presidente y su Ministro brotando desde todos lados, a partir de un genuino sentimiento. A lo anterior se suma el hecho de que ayer el Presidente se atreviera a hacer un minuto de silencio por los fallecidos durante estos días como si él no fuera el responsable de estos, tras sus desafortunadas decisiones que, a esta altura, ya parecen inmoralmente intencionadas y no tan incompetentes. Indudablemente, miembros de la policía, de la PDI y de los militares han abusado de la fuerza, ganándose un odio y desconfianza mayor de la ciudadanía y, en consecuencia, deberán responder ante la Justicia por haber actuado de ese modo dentro del “Estado de Derecho”, hasta desaparecidos/as tenemos hoy; lo que no resta responsabilidad a quienes declararon el estado de excepción: Andrés Chadwick y Sebastián Piñera; y con ellos a toda su cartera. Creo que con esos mensajes de apropiación, los miembros del Gobierno mostraron una cara horrible, inescrupulosa, como ha sido la tónica durante toda la semana y esto, aun cuando ayer sábado fue el día en que finalmente el presidente pidió la renuncia del gabinete, una semana después. Como dije antes, aún estamos expectantes. Por cierto, el “Toque de queda” también fue levantado y hoy domingo probablemente el “Estado de Emergencia”. Ambos hechos que se dan en el marco de la llegada de los observadores/as de la ONU solicitados por el Gobierno de Chile, hace solo unos días, a la comisionada Michelle Bachelet, los que nos permiten sospechar, a los mal pensados que hemos sido acusados absurdamente de chavistas, de un posible blanqueamiento ante la comunidad internacional. LA APEC y la COP son simbólicamente importantes para este Gobierno y por ende hay cierto apuro al respecto.
Lo cierto es que anteayer la gente se pronunció como nunca en nuestra historia y ningún partido político tiene la posibilidad ética de apropiarse de ello. Por lo tanto, si este descontento ha de tener un rostro en la institucionalidad u otro que no haya visto, soy escritor, no experto en Teoría Política, creo que debe dársele cuerpo a estos reclamos y, para ello, es necesario que los partidos políticos, el Congreso y los ministerios comiencen a trabajar desde ya de manera efectiva haciéndose cargo de una crítica que los afecta por igual y de decisiones que no pueden aguardar. Las y los ciudadanos también tenemos nuestra parte en esto no bajando los brazos mientras no veamos aquello por lo que nos movilizamos. La TV, desde ayer sábado, intenta dar una imagen de “normalidad”, posiblemente en función de las presiones de Gobierno, pero lo cierto es que no podemos volver a la “normalidad” sin cambios. A los partidos políticos le diré que es absurdo hoy plantearse desde una lógica que hace más culpable a unos que otros cuando la idea es avanzar hacia soluciones, lo que no resta a la posibilidad eventual de una Asamblea Constituyente u otro mecanismo dirigido hacia una nueva constitución. Una nueva constitución o alguna otra foma de base es imperativa. De todas formas, insisto, es imperioso dar solución rápida y efectiva a los reclamos inmediatos de la gente, en especial a aquellos que nos permitan avanzar hacia los más profundos; reclamos que incluyen, por ejemplo, la AFP, las pensiones, los salarios, etcétera. No basta darle urgencia a proyectos ya presentes en el Congreso, enviados por este Gobierno, si no están en real sintonía con la calle: la calle es hoy la vara con que serán medidos, no los empresarios, contrario a lo dicho por varias y varios ministros durante estos días, y desde muchos antes. No podemos seguir siendo un país subsidiario de los privados. En este sentido, igualmente son necesarios los gestos políticos dentro del Congreso para así poder apuntar hacia lo dialéctico y defender de este modo una Democracia que se muestra tambaleante si solo algunas y algunos pocos viven bien dentro de esta. Lo seguro es que si han de encarar la crisis honestamente no puede pasar de esta semana leyes que involucren, por ejemplo, sus propios sueldos o las garantías injustas que poseen con respecto al resto de nosotras y nosotros. Deben salirse de la idea de élite para volver a ser ciudadanas y ciudadanos. Deben volver a la calle. No está de más aplaudir por tanto a las y los alcaldes de Chile, quienes se han mostrado más propositivos durante este día que todas y todos los políticos juntos durante treinta años. Aquí termino: tenemos la posibilidad cierta de avanzar hacia un país más justo después de doscientos años de “independencia”, de dominio de la élite y de unos cuantos apellidos. Como leía ayer en un cartel: es ahora o nunca.
Chilenas, chilenos, esto recién comienza, que el Gobierno no se equivoque, nosotras y nosotros somos ahora quienes gobernamos.
¡Viva Chile!
Por José Baroja/Escritor Chileno