“Si vas para Chile”… Por Octavio Huachani Sánchez

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Escuchar a decenas de miles de jóvenes entonar la vieja y mítica canción El Baile de los que Sobran que el grupo “Los Prisioneros” -y sus padres y abuelos-, cantaban con fiereza durante la dictadura de Augusto Pinochet, fue realmente estremecedor.

Los chilenos, igual que hace 41 años, salieron a las calles para expresar su descontento, para cuestionar la desigualdad económica, los abusos y las inequidades que se fueron acentuando años tras año, desde hace tres décadas y que los gobernantes negaban, gobierno tras gobierno.

La ejemplar actitud de los estudiantes, amas de casa, campesinos y gentes del pueblo que le salían al frente a policías y soldados -y a las mentiras de los medios de comunicación local, nos mostró que entre ellos no había espacio para el miedo.

Más de un millón de chilenos unieron sus voces, fuerzas y ganas para defender sus derechos que habían sido conculcados por políticos más interesados en lobbies y la obtención de beneficios propios que atender las necesidades del pueblo.

El principio del fin

«En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, nuestro país es un verdadero oasis con una democracia estable, el país está creciendo, estamos creando 176 mil empleos al año, los salarios están mejorando» había declarado el pasado 8 de octubre un canchero Sebastián Piñera en el programa Mucho Gusto de Mega.

Pero solo sus allegados vivaron y aplaudieron a un presidente que vivía dentro de una burbuja que lo separaba de la realidad y que estaba a punto de estallar.

Y así fue. De pronto Chile, el llamado paraíso latinoamericano, definido reiteradamente como uno de los países más estables de la región, se convirtió en un hervidero de tensión.

¿Qué pasó?

Todo comenzó con lo que parecía ser una protesta más de los estudiantes que reclamaban por el alza del precio del pasaje del metro. Aunque el gobierno dio marcha atrás a esa medida, la protesta estudiantil no solo continuó si no que se sumó un estallido social con cacerolazos, en el que participaban personas de distintas clases sociales y edades

Cuando el gobierno optó por enviar a los carabineros para reprimir las pacificas marchas con inusitada violencia, las protestas fueron creciendo y la lista de los reclamos fue aumentando.

Peor aún, cuando los militares tomaron las calles, -una imagen que no se veía desde los años del régimen de Augusto Pinochet- fue inevitable no comparar al general dictador con el presidente Piñera.

“Estamos en guerra” dijo fuera de si, el mandatario sureño. Una supuesta y absurda guerra que enfrentaba a soldados chilenos contra civiles chilenos, cuyas únicas armas eran sus voces y sus marchas. Pero ni las detenciones, heridos ni los muertos lograron acallarlos.

Y ese fue el comienzo del fin.

El pueblo lo hizo

Quizás lo más destacable de este histórico movimiento de protesta es que no hubo una cabeza visible, tampoco asomaron caudillos ni los políticos acostumbrados a treparse al coche cuando está en movimiento.

También estuvo exento de supuestos líderes sociales de verbo florido, acostumbrados al doble discurso y a la demagogia. No, no hubo nada de ello. Todo parecía espontáneo.

Pero sin duda hubo una planificación. Y una planificación tan perfecta tenía que tener visos de improvisación. Esa era la idea. Porque  no mostrar dirigentes visibles le dio una mayor legitimidad ante los chilenos y ante el mundo.

Era impresionante observar como de las calles aledañas iban apareciendo torrentes de personas para confluir en la amplia Plaza Italia hasta formar un inmenso mar humano.

El momento más emotivo llegó cuando se desplegó una inmensa  bandera chilena con el lema «Chile despertó», mientras desde uno de los edificios de la plaza otro enorme cartel decía «Por la dignidad de nuestro pueblo, a la calle sin miedo».

¿Y  ahora qué?

Sin duda Piñera dispone de muy poco tiempo para digerir y aceptar el golpe asestado por el pueblo. Por lo pronto no solo ha pedido a todos sus ministros que renuncien a sus cargos sino que está haciendo tantas promesas que da la impresión que estuviera en plena campaña electoral.

“Hemos escuchado el mensaje donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario y a eso apuntamos” escribió el presidente Piñera en su cuenta oficial de twitter el último fin de semana.

Ojalá sea cierto y no este a la espera de que con el transcurrir de las semanas las personas mayores empiecen a postergar sus protestas y hasta claudiquen.

Porque lo que Piñera debe tener en cuenta es que ahora tiene delante a un nuevo y numeroso grupo de jóvenes chilenos que nunca dejarán de reclamar sus derechos.

Ellos  no van a claudicar nunca. Después de todo fueron los que más sufrieron las medidas neoliberales de los últimos gobiernos: la política sistemática de destrucción de la educación pública, de precarizaron de los trabajos y de viviendas inalcanzables. Este grupo formado por jóvenes de entre 15 y 30 años no tiene nada que perder porque prácticamente lo ha perdido todo. Y pueden protestar para siempre.

Además ayer domingo, el diario La Tercera publicó una encuesta donde las cifras muestran que Piñera tiene un escuálido 14% de aprobación contra un 78% de desaprobación.

La encuesta señala que entre los principales motivos de su desaprobación están el mal manejo de las protestas, su mala gestión en general; la desigualdad y abusos; no sabe escuchar a la gente; pésima gestión en educación y salud; bajos sueldos; no cumple sus promesas; protege intereses de empresas y élites; y el elevado costo de servicios básicos.

Este es el panorama que el presidente Sebastián Piñera tiene que atender de inmediato. No hacerlo sería un suicidio económico.

Porque dentro de un mes ningún inversionista extranjero pondrá sus ojos y dineros en Chile. Y el milagro chileno se habrá terminado.