Introducción de nuevos cultivos y vacas seca glaciar
Comienzan a secarse las fuentes y los indígenas miran al cielo: el glaciar retrocede imparable en el volcán nevado Chimborazo, pero en las faldas del pico más alto de Ecuador el panorama no es menos dramático.
El páramo que acumula el agua que brota del disminuido glaciar ha sido alterado. Donde solo debía haber pajonal crecen cultivos y pastan vacas introducidos por los mismos indígenas y mestizos que se asientan al pie del Chimborazo, de 6,310 metros de altura.
Vistos a sí mismos como guardianes de la naturaleza, los nativos han contribuido a causar un enorme daño al ecosistema.
Fue por «desconocimiento», señala a la AFP Gustavo Paca, líder indígena que lleva un diente de oro, poncho rojo de lana de oveja y sombrero negro.
«Como en la parte baja la agricultura no producía, dijimos: avancemos a la parte alta porque ahí la tierra es fértil. Producíamos en calidad y cantidad, pero hoy vemos que ha bajado el caudal del agua» para las aldeas, cuenta arrepentido Paca, de 49 años.
Nadie en los alrededores del Chimborazo creyó que el glaciar que surte a los páramos -una suerte de esponja natural que retiene agua- pudiera retroceder.
Aunque se trata de un fenómeno natural, los científicos concluyen que la actividad humana, especialmente la quema de combustibles fósiles, ha acelerado el retroceso del glaciar, lo que no repercutiría menos si abajo no se hubiera alterado la naturaleza.
El páramo andino, que se extiende también por Colombia, Perú y Venezuela, ocupa alrededor de 1.5 millones de hectáreas en Ecuador (6 % del territorio).
En época de sequía, el deshielo natural mantiene húmedo el páramo, pero con la disminución del glaciar esta suerte de colchón natural parece desinflarse por falta de agua. Y los que más sufren son los pobladores.
Ellos «dependen del agua que provienen de los glaciares para sus cultivos, sus animales, su consumo», explica a la AFP Bolívar Cáceres, experto en glaciares del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
En 58 años el Chimborazo perdió su imponente atuendo de hielo y hoy apenas muestra un sombrero blanco en la cima y muchos retazos de cultivos en sus faldas.
Nostálgica, María Chaza, de 70 años, recuerda el gigante manto de nieve y páramos con bosques de sigse, pajonal y romerillo.
«¡Qué maravilla de cerro se sabía ver! Ahora solo sembríos, ganado, solo eso está. Pelaron al Chimborazo, por eso no hay agüita (…) y estamos sufriendo», expresa Chaza a la AFP.
Conforme se secan los pozos y crece la población, los indígenas deben salir con azadón a hurgar en el páramo en busca de nuevas fuentes.
Desde 1962, los científicos registran el retroceso del glaciar del Chimborazo, que tenía 27 kilómetros cuadrados de hielo macizo y se ha reducido a 7.6 el 2016. «Ha perdido el 72.4 % de su cobertura», alerta Cáceres.
Si antes los indígenas tenían sus fuentes a unos cinco o siete kilómetros, ahora deben recorrer hasta 17 para llevar el agua hasta sus aldeas desde pozos situados sobre los 4,000 metros de altura.
«Las vertientes que antes alcanzaban para cinco comunidades hoy dan solo para dos; esa ha sido la razón por la que tenemos que seguir avanzando más arriba, hacia el Chimborazo, para hacer las captaciones y obtener líquido», explica a la AFP Francisco Hidalgo, presidente del gobierno parroquial de San Andrés, que agrupa a 34 poblados de la provincia de Chimborazo (centro andino).
Y agrega: «Hay comunidades que están desoladas y son terrenos inservibles» por la falta de agua.
A raíz de esa situación, ahora están abocados a comprar hectáreas de páramo para su conservación, según la dirigenta América Güilcapi.
Otras comunidades hicieron lo mismo y lograron además regenerar este ecosistema con la resiembra de plantas nativas y reemplazando las reses por llamas y vicuñas, cuyas patas poseen suaves almohadillas que no destruyen el frágil terreno.
El arbusto Chuquirahua florece en el páramo
La situación es más trágica para el volcán Carihuairazo (5,020 metros), con el que el Chimborazo se conecta a través de un páramo que abastece de agua a unas 15.000 personas. En 16 años ha desaparecido un 96 % de su gélida masa, que hoy es del tamaño de una cancha de fútbol.
Ambas son parte de las siete elevaciones que están perdiendo su cobertura glaciar en Ecuador.
Solo la angustia de los indígenas por el agua crece más rápido que el deshielo.
(Fuente: Andina)