¿En qué momento se jodió el Perú?… Por: Octavio Huachani Sánchez

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La interrogante que Zavalita se planteara en la extraordinaria novela de Mario Vargas Llosa «Conversación en La Catedral», cobra vigencia, otra vez, ante los lamentables sucesos de corrupción que se están conociendo día a día.

Si bien Zavalita se planteó la pregunta en tiempos de la dictadura del general Manuel Odría lo cierto es que desde entonces el Perú continúa jodiéndose días tras día.

Algunos dirán que nuestro país se empezó a joder desde el primer gobierno de Alan García, otros con la aparición de la organización criminal Sendero Luminoso de Abimael Guzmán, pero la mayoría está de acuerdo que se terminó de joder con el autogolpe de Alberto Fujimori que arrasó y se apropió de todos los poderes del estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas.

Desde entonces presidentes, congresistas, jueces, fiscales, policías, militares, gobernadores y alcaldes empezaron a protegerse entre unos a otros, asolapados en una suerte de pacto tácito que encubría una corrupción que ya empezaba a campear en nuestro país con total impunidad.

El resultado es evidente y desalentador. Un expresidente de República sentenciado y luego puesto en libertad debido a un cuestionado indulto presidencial, otro expresidente con orden de captura internacional, otro expresidente que afronta un proceso judicial y finalmente uno cuyas iniciales se repite en las agendas de un empresario Brasilero que mostrando un espíritu democrático “coimeaba” a cuanto presidente, gobernador o alcalde encontraba con la mano estirada. Incluyendo al más breve y reciente expresidente de Perú Pedro Pablo Kuczynski.

Lamentablemente en nuestro país las malas noticias son el pan de cada día que a fuerza de repetirse ya no llaman la atención. Según el Portal del Poder Judicial, hasta el mes de diciembre del 2017 se había registrado que 27,020 funcionarios de municipalidades y gobernaciones habían sido denunciados. Hasta esa misma fecha, 15 gobernadores regionales estaban siendo procesados por casos de corrupción mientras otros 13  ex gobernadores regionales ya estaban sentenciados y/o procesados por delitos de corrupción.

Aquí es importante tener en cuenta que en estos casos hay mucho de culpa de la propia población porque todas estas autoridades han sido productos de un acto electoral. Fueron peruanos honestos pero desavisados quienes con sus votos eligieron como sus representantes a otra de verbo florido pero con una estatura moral liliputiense.

Y aquí no referimos a todos los elegibles, Presidentes de la República, congresistas, gobernadores y alcaldes que se presentaron durante sus campañas investidos de falsos salvadores de la patria y que al final terminaron por arrasar con el futuro de aquellos pueblos que confiaron en ellos.

Como si esto fuera poco, ahora se hizo evidente algo que todo el mundo hablaba en voz baja: la presencia de jueces corruptos en todo el aparato judicial, de magistrados venales que le ponían precio a sus fallos sin importarles las normas legales ni la honra de niñas violadas y/o explotadas como en el caso de Madre de Dios. Pero como en el Perú sucede de todo: esta suerte de miasma llegó a cubrir hasta al mismo Consejo Nacional de la Magistratura, cuyos consejeros actuaban con el mismo efecto dañino que desprenden cuerpos enfermos que habitan en las materias en descomposición o aguas empantanadas.

Pero basta ya. Es hora de dejar de refugiarnos en esa ciega fe de que alguien tiene que hacerlo por nosotros. Está bien mantener esa terca esperanza de que no todo está jodido en el Perú, pero salgamos a las calles para que nuestra voz de protesta se escuche en todos los ámbitos de nuestro territorio.

Nunca debemos olvidar que la corrupción mata los sueños y que el futuro de nuestros hijos es su principal víctima.