La argentina Marcela Lovegrove se hizo estilista de comida –o food stylist– con la práctica.
Aprendió hace cerca de 40 años, cuando no había Photoshop ni cámaras digitales. “Si un tomate en la composición era pálido, no había mayores formas de que se viera rojo. Si había un defecto, este se publicaría. Eso nos volvió una generación más rigurosa”, recuerda.
También era la época en la que el helado se falseaba con puré de papa,un clásico de lo que entonces se llamaba maquillaje de alimentos, término que a Lovegrove no le gusta para nada.
“El truco del helado está obsoleto desde hace más de 20 años. Se hacía porque se derretía muy rápido, porque había luces y flashes muy fuertes. Hoy se trabaja con helado natural, y hasta está permitido que se derrita un poco”, dice.
“La comida siempre se presentaba dentro del contexto de la mesa y tenía que verse perfecta”, cuenta la food stylist, quien aprendió en su país gracias a que muchos comerciales y producciones foráneas se hacían en Argentina, y grandes especialistas estadounidenses y europeos en este oficio la contrataban como asistente.
Fueron muchas décadas trabajando en el tema, hasta convertirse en una profesional, y la hora de impartir conocimientos llegó en el 2013, después de pensionarse, cuando comenzó los talleres, pues seguía sin existir una escuela.
Ahora, alumnos de todas partes llegan a Buenos Aires a participar en sus programas. Pero la próxima semana ella viajará a Bogotá para impartir dos talleres: ‘El ABC del food styling’ y ‘Técnicas básicas del food styling’, el 10 y 11 de marzo.
Los primeros mitos que despeja ante sus alumnos son la idea de que hacer fotos de comida es algo sencillo (detrás de una buena foto hay una composición de escena, no siempre tan casual como la imagen aparenta) y la de que los chefs hacen buenas fotos (un cocinero puede cocinar muy bien, pero no tener concepto fotográfico).
Quizás también habría que agregar que un estilista de comida siempre trabaja en equipo con un fotógrafo y, según su experiencia, siempre tiene que saber de cocina, aunque su objetivo es que la comida se vea apetitosa, sin preocuparse de que verdaderamente lo sea.
“Si no sabe cocinar, que se dedique a otra cosa –enfatiza Lovegrove–. No estoy a cargo de una cocina todos los días, pero debo saber y conocer las tendencias culinarias. Sin ese conocimiento no podría resolver problemas tampoco. Por ejemplo, si estás haciendo una foto de un volcán de chocolate y lo vas a cortar, porque lo interesante es lo que está dentro, si no sé manejar ese chocolate o si no sé de qué depende que caiga más o menos rápido, a los 10 segundos el volcán está vacío y esa foto no le interesa a nadie”.
Lovegrove está al tanto de las tendencias. “Hoy, la fotografía gastronómica es más natural, más cercana. Si uno saca una bandeja con carne del horno, esta bandeja puede salir sucia y así se toma la foto. Hace 20 años me pasaba el tiempo limpiando bandejas. Creo que es uno de los momentos de más libertad en la fotografía gastronómica”.
Consejos para los ‘foodies’
Mucha de su experiencia puede incluso aplicarse en fotos que los ‘comidistas’ o foodies toman para redes sociales en almuerzos o cenas, e incluso da unas claves para ellos. “Si me gustara hacerlo –dice–, me sentaría cerca de las ventanas, para que entre la luz, que crea climas y mejores ambientes que las luces de arriba, que no puedo manejar”.
Después –agrega–, mientras espero la comida me voy imaginando cómo la haría, qué elementos de los que tengo en la mesa me sirven y dónde pondría el plato. Decido si quiero que aparezca la copa de mi acompañante atrás o si quiero un poco de la panera. No espero a que traigan la comida para hacer la foto. Mientras va llegando el plato empiezo a pensar qué ángulo sería coqueto. Tampoco saco fotos por sacar, porque se ve mucha foto de restaurante que no dice nada y se nota porque quien la sacó no pensó nada”.
Errores en fotos que subimos a Instagram
– Tomar fotos con poca luz no sirve.
– La vajilla no debe quitarle protagonismo a la comida.
– Hacer una toma muy cargada de cosas o ambientación excesiva hace que la comida quede desdibujada o en un nivel de poca importancia.
– Hay platos que están bien para degustarlos, pero no para verse en fotos. Pasa mucho con las verduras, que pueden estar muy cocinadas para la foto.
– Falta examinar los detalles: se hace la foto en cualquier lado, sobre la mesa de la cocina, con la nevera o el desorden atrás. Se notan la mirada apurada y la falta de composición.
– Otro error es encuadrar y después recortar. Lo ideal es que se encuadre directamente lo que se va a ver. El recorte se nota.
Dónde y cuándo
Son dos talleres: ‘El ABC’ (10 de marzo) y ‘Técnicas básicas de food styling’ (11 de marzo). Cada uno, de 8 horas, tiene un valor de 564.000 pesos. Lugar: Hotel Best Western Plus, parque 93. Bogotá. Informes: info@sintesis.com.co Boletas: www.eventry.co
(Fuente: Nodal)